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En el largo plazo los commodities como el petróleo, el carbón y el oro terminan siendo una maldición para las economías. Esta fue la conclusión de Ricardo Haussman, profesor de economía de Harvard y Cesar Hidalgo, físico del MIT, quienes, empleando una técnica normalmente utilizada para “mapear” galaxias, desarrollaron un mapa gráfico en el cual se pueden visualizar los clústeres que diferentes industrias generan.
Cada compañía, dependiendo de su know how, desarrolla ciertos conocimientos que pueden ser utilizados en la creación de otros productos y otras industrias. Entre más útil sea el conocimiento de una industria, más conexiones genera por lo cual en el mapa de estos dos académicos, se ven clústeres más intensos. Por el contrario, aquellas cuyo conocimiento sólo es útil para dicho sector se visualizan aisladas.
Hausmman explica este complejo mapa con una simple analogía: imagine los productos como árboles, las empresas como micos y el mundo como una selva con partes ricas y partes pobres. Para los ricos, los árboles -productos- están cerca y los micos- empresas- pueden brincar del uno al otro pues el conocimiento que tienen les permite hacerlo. Para los pobres, los árboles están esparcidos y los micos no alcanzan a brincar ya que el conocimiento de un sector no le es útil para otro.
De esta imagen se desprende que los países más ricos son aquellos que tienen economías más complejas. Por ende, los países desarrollados han sido representados en el mapa con mayores conexiones debido a que tienen industrias (por ejemplo maquinaria y eléctricos) con mayores capacidades para generar diferentes tipos de productos. Al tener más posibilidades en su creación, estos se tornan más complejos y difíciles de replicar por parte de otros, incrementando su competitividad.
El escenario de los árboles esparcidos es justamente el caso de países altamente dependiente de los commodities. El petróleo y la minería están totalmente aislados en el mapa, pues son industrias cuyo conocimiento poco aplica para la creación de otros productos o industrias.
Lo más preocupante es que estos mapas interactivos, estudiados en retrospectiva, predicen, con una precisión aproximada de diez veces, el desarrollo económico de un país respecto al ranking de competitividad del Foro Económico Mundial. En otras palabras, los mapas confirman que países altamente dependientes de los commodities van a tener un desarrollo limitado.
Colombia es un claro reflejo de esta situación. A nivel país, la baja en el precio del petróleo ha impactado en los ingresos del gobierno lo cual se evidencia en la falta de alternativas para compensar. Por décadas, el país ha confiado en los ingresos “fáciles” de estas industrias lo cual, en largo plazo, no generan riqueza ni desarrollo.
Internamente el País es un microcosmos de lo que pasa en el mundo. Aquellas regiones altamente dependientes de este tipo de productos han recibido jugosas trasferencias por concepto de regalías, sin embargo esto no ha derivado en un desarrollo real para sus habitantes. Esta reflexión la hizo Cecilia López en una reciente columna donde, citando varios estudios, asevera que de los diez municipios más pobres del país la mitad se encuentran en departamentos productores de minería e hidrocarburos.
Bajo esta óptica la baja en el precio del petróleo puede terminar siendo una bendición. No en el corto plazo, por supuesto, pues el país tendría menos ingresos, pero sí en el mediano plazo.
Al no tener Colombia la opción “fácil” de depender del petróleo en el 22% de sus ingresos, el país se vería obligado a desarrollar industrias que tengan importantes conexiones.
Por esta razón la baja del petróleo debe ir acompañada de estrategias para la incubación de productos y capacidades que estén conectados a través de clústeres. Como advierte Haussman, simplemente desarrollar una capacidad aislada en un país que de por sí tiene pocas es inocuo pues no crea las conexiones que son las que impulsan el desarrollo económico.
La baja del petróleo es una bendición siempre y cuando se sepa aprovechar.