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Según la encuesta ¿Bogotá Cómo Vamos? del mes pasado, la percepción de la ciudadanía sobre los órganos administrativos de la ciudad reflejan en parte lo que sucede en la misma. El Concejo de Bogotá tiene imagen negativa de 68% y el Alcalde Petro de 44%. La distancia política entre el Gobierno Nacional y las administraciones distritales en la última década ha sido tan notoria como el deterioro en la movilidad, el aumento de la inseguridad y la desmejora de la capital como ciudad atractiva para vivir.
La falta de gobernabilidad y de institucionalidad se refleja en temas fundamentales de calidad de vida para los ciudadanos; particularmente La Candelaria y el centro histórico y cultural de Bogotá, que en parte lo son de la Nación, no alcanzan a tener el atractivo turístico y de inversión por la multiplicidad de entidades gubernamentales que intervienen, la falta de coordinación entre ellas y una sumatoria de problemas diversos.
El Instituto Distrital de Cultura ha hecho un importante esfuerzo, pero se requieren más ingredientes que salven del deterioro a este lugar que combina la historia colonial española, ampliada con magníficos edificios republicanos; y concentra además la jefatura de poderes políticos, administrativos, judiciales y religiosos del país y de la ciudad. Se requiere de un acuerdo entre el Gobierno Nacional y la administración distrital, que derive en una política integral de largo plazo.
Se hace fundamental que viva más gente en La Candelaria, que parte de los intelectuales, artistas, académicos, estudiantes y funcionarios del Gobierno con sus familias vivan en el casco histórico de Bogotá. En 1974, vivían 50.000 habitantes de este conglomerado, hoy pueden ser apenas la mitad, no obstante el polo de desarrollo generado por universidades de primer nivel e intervenciones gubernamentales y privadas positivas, pero aisladas.
Es así como, la mejor universidad del país, la Universidad de Los Andes, de manera continua ha mejorado su campus y su entorno; y muchas otras como la Universidad Jorge Tadeo Lozano que no solo ofrece educación de alta calidad, ha hecho intervenciones urbanísticas muy atractivas. En el centro todo es lento y poco, además con frustración de proyectos, incluido el POT de Petro que contenía temas positivos para el desarrollo de lo que llamó el Centro Ampliado.
Pues bien, en la mayoría de las ciudades del mundo, el casco histórico es valiosísimo y muy atractivo para el turismo, el comercio y la vivienda. Por supuesto que no podemos compararnos con ciudades donde estuvieron asentadas sedes de imperios poderosos y ricos como Budapest, Viena o Estambul, por mencionar sólo algunas, máxime que nuestra historia está ligada a pobreza, sin embargo, es posible recuperar y valorar nuestro patrimonio cultural arquitectónico.
Como nuestros centros antiguos tienen menos valorización que las nuevas zonas de desarrollo, pero a su turno pueden rentar más como porcentaje del valor comercial del bien, una fórmula es la renovación urbana, que puede incentivar grandes desarrollos de vivienda para arriendo. El flujo de caja es atractivo para inversionistas y las viviendas de estratos medios y altos, con inversión pública en infraestructura, es necesaria para la recuperación de nuestros cascos históricos.