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En las estimaciones convencionales de la pobreza tampoco se hace la diferencia entre los distintos miembros del hogar. En el cálculo de la línea de pobreza se parte de un promedio en el que se incluyen niños y adultos. Si la línea de pobreza per cápita es $210.000 al mes, se dice que una familia de cuatro personas, dos adultos y dos niños, es pobre si el ingreso global es inferior a $840.000 al mes. En el cálculo no se hace la diferencia entre miembros del hogar. Además, se supone que sus lógicas de consumo son similares.
Para Deaton, la familia unitaria de Samuelson no es una aproximación adecuada, porque en su interior se toman decisiones cruciales, como la de tener hijos o la de distribuir la comida dándole prelación a alguno de sus miembros. La forma como se hacen las elecciones al interior de las familias tiene implicaciones dramáticas. Durante la política de hijo único, las parejas chinas mostraron una clara prelación por el niño, y ello se tradujo en un aumento de los abortos del feto femenino. El resultado final ha sido un desbalance demográfico en el que predominan los hombres. Esta asimetría ha tenido incidencias de muy diversa índole.
En las familias también se toman decisiones sobre la forma como se distribuyen los alimentos. En los hogares pobres todavía se privilegian los alimentos para el padre porque es “quien trabaja”. Hoy es claro que la reducción del alimento para los niños causa daños irreparables.
En la decisión de consumir, dice Deaton, importa el ingreso y la riqueza actuales y, sobre todo, el ingreso esperado. El consumidor no sabe cuál será el rendimiento futuro de sus activos, ni su salario. Y a pesar de la incertidumbre frente al mañana, en el momento presente tiene que decidir y, por tanto, las posibilidades de error son inmensas. En el ciclo de vida no hay simetría entre el ingreso y el gasto. En las primeras etapas de la familia, el gasto suele ser mayor que el ingreso porque se tiene la expectativa de que con el paso del tiempo este desbalance se puede ir corrigiendo.
Deaton examina el comportamiento de la familia cuando tiene que asumir gastos adicionales sin que el ingreso se modifique. El caso más significativo se presenta cuando nace un nuevo hijo. Como el bebé no llega con el ingreso necesario para su sostenimiento, la familia tiene que recomponer el gasto. Estas decisiones complejas continúan siendo un misterio.
El reto analítico es entender cómo se logra alimentar y mantener al nuevo hijo. Y esta pregunta se debe responder aceptando dos postulados básicos. El primero es el beneficio derivado del hijo. Los padres toman la decisión de procrear porque el hijo les brinda satisfacción y bienestar. Su utilidad mejora con el nuevo hijo. Y el segundo es la estabilidad de los ingresos de la familia antes y después del hijo. Deaton estima que el costo del hijo equivale a 30%-40% del valor del consumo del adulto. El futuro es incierto y la familia no tiene la menor idea sobre la forma como logrará el balance financiero, una vez que el gasto comienza a aumentar por la llegada del nuevo hijo. No hay una sincronía temporal entre el mayor gasto del hijo y el ingreso de la familia.
La familia soluciona el desbalance gracias a las economías de escala. Cuando crece el número de miembros el gasto per cápita disminuye. Las razones de esta reducción son: i) La compra de un volumen mayor de bienes con un costo menor por unidad. ii) Hay economías de escala en la preparación de alimentos. iii) La familia hace un mejor uso de los residuos, y es más eficiente en los procesos de almacenamiento. iv) Las funciones de demanda de cada miembro son distintas, y algunos son menos exigentes. v) Las familias pobres tienen una capacidad de organizar mejor su canasta cuando los precios se modifican. vi) Errores de medición. La información que captan las encuestas de hogares sobre las estructuras de consumo es muy imperfecta. El informante no tiene un conocimiento detallado de la forma como se distribuye el consumo al interior de la propia familia. Además, los formularios de las encuestas de hogares no están diseñados de tal manera que capten estas diferencias. vii) Ajuste calórico. Las familias pobres ajustan su consumo de calorías en función de la disponibilidad de alimentos. viii) La desigualdad al interior de la familia. Esta inequidad en la distribución de los alimentos contribuye a las economías de escala.
Las implicaciones de los estudios de Deaton para la política pública son muy interesantes. En la intuición básica hay una coincidencia con los objetivos de la Comisión Sarkozy, integrada por Stiglitz, Sen y Fitoussi. Los autores consideran que para entender el bienestar de las familias es necesario analizar sus estructuras de consumo. Las familias no están bien porque el sector financiero aumente sus ganancias, sino porque pueden adquirir los bienes que consideran valiosos. La Comisión Sarkozy recomienda que en las encuestas de hogares se haga la distinción en el consumo de los diferentes miembros del hogar. Esta conclusión también se desprende de los estudios de Deaton.
El acercamiento de Deaton a los problemas de la pobreza y del bienestar es derivado de su preocupación por el estudio de función de demanda diferenciadas en el seno de una misma familia. La función de la política pública es tratar de entender los cambios en la estructura de consumo de las familias, e intervenir de tal manera que estas variaciones les permitan mejorar su bienestar.