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Desde la incursión en territorio nortesantandereano de las Autodefensas Unidas de Colombia, en 1999, el control del negocio de la coca fue uno de los principales objetivos de ese grupo.
Desde la incursión en territorio nortesantandereano de las Autodefensas Unidas de Colombia, en 1999, el control del negocio de la coca fue uno de los principales objetivos de ese grupo.
Salvatore Mancuso, el encargado por la Casa Castaño para comandar el Bloque Catatumbo, sabía del negocio de la droga, al que había entrado desde 1996 cuando los paramilitares se le metieron a las Farc hasta el Nudo de Paramillo, donde se encontraron con más de 800 hectáreas sembradas de coca.
Según ha contado alias El Mono, como se le conocía dentro de las Auc a Mancuso, luego de la llegada de los ‘paras’ al bastión cocalero de la guerrilla, denunciaron a las autoridades la existencia de los cultivos, pero estas, según sus propias palabras, “nunca llegaron a erradicarlos”.
Con la zona bajo su influencia y la negativa de las autoridades por retomar el control de la región, los ‘paras’ empezaron a cobrar un ‘gramaje’ (impuesto) a los narcotraficantes que tenían cultivos en la región o viajaban hasta allí a comprarle la droga a la guerrilla.
Sin embargo, por orden de Carlos Castaño, máximo líder de las Auc, el comandante alias Cobra fue encargado para que tomara el control del negocio de la base de coca de manera directa, encargándose de todo el proceso, desde el sembrado hasta la obtención de la base.
Un año después, en 1997, las filas de las Auc, que habían crecido significativamente, obligaron a Castaño a incursionar en el negocio de la conversión de la base de coca a cocaína. Por tal razón, la base que se sacaba del Nudo de Paramillo era enviada al corregimiento de La Caucana, en Tarazá (Antioquia), donde Ramiro ‘Cuco’ Vanoy, otro excomandante paramilitar, la procesaba en los laboratorios de su propiedad.
La cocaína que Cuco Vanoy producía era enviada hacia el exterior por rutas que utilizaban como punto de embarque el golfo de Morrosquillo.
Estos laboratorios de Vanoy también fueron utilizados por los hombres del Bloque Catatumbo, pues la base de coca que se producía en esta zona de Norte de Santander era enviada a los laboratorios de su propiedad. Solo hasta que Mancuso decidió montar laboratorios en el Catatumbo, se dejó de enviar la base a Tarazá.
Según alias El Mono, para el traslado de la base de coca desde esta zona del país hasta los puntos de embarque, se utilizaron helicópteros, vehículos, lanchas y animales.
Las ganancias producidas por la coca en la zona de incidencia del bloque le permitieron aumentar su pie de fuerza de 270 hombres en 1999 cuando hizo su ingreso a la región, a 1.437 cuando se desmovilizó 5 años después, el 10 de diciembre de 2004.
Ese poderío, a su vez, lo llevó a consolidar su presencia en 28 de los 40 municipios del departamento.
Por el relato de Mancuso también se ha podido establecer que los insumos para el procesamiento de la coca eran traídos desde Venezuela a suelo colombiano a través de rutas terrestres, fluviales y aéreas.
Una de las rutas terrestres era a través de Tibú hasta la finca La Bonita en el corregimiento de La Gabarra; desde allí se distribuían por los laboratorios ubicados en la línea fronteriza con el vecino país.
Como en la zona los campesinos también sembraban coca y lograban procesarla hasta convertirla en base, los paramilitares instalaron ‘mesas de compra’ hasta las cuales estos debían dirigirse, bajo presión, para vendérsela a ellos. El campesino que le vendiera la base a otras personas distinta a los ‘paras’, era asesinado.
En las ‘mesas de compra’ la base era almacenada y distribuida para los laboratorios que habían montado en esta zona o vendida a los narcotraficantes que iban hasta La Gabarra a negociarla para traerla a los laboratorios que funcionaban en los alrededores del área metropolitana de Cúcuta.
Salvatore Mancuso ha contado durante su confesión de hechos ante Justicia y Paz que vendió más de 60 toneladas de coca a Luis Hernando Gómez Bustamante, alias Rasguño; 10 toneladas a Jorge Luis Hernández, alias Boliche; 10 toneladas a Italo Cianci; 15 toneladas a José Antonio Herrera, alias Toño Cacao; 500 kilos a Juan Carlos Sierra, alias El Tuso; 2 toneladas a José Israel Guzmán, alias El Arquitecto; 5 toneladas a alias Lucho Castillo; 40 toneladas a Gerson Álvarez, alias Kiko; 40 toneladas a Fabio Ochoa Vásquez y 20 toneladas a Ramiro ‘Cuco’ Vanoy.
Según El Mono, otra cantidad significativa de la base que era producida en el Catatumbo era entregada a la banda de narcotraficantes conocida en Cúcuta como Los Pepes, que incluso llegó a patrocinarle un laboratorio en Tibú, cuyas utilidades servían para la financiación del Frente Fronteras, comandado por Jorge Iván Laverde Zapata, alias El Iguano.
La coca que se producía en este laboratorio del municipio petrolero era vendida en ‘mesas de compra’ habilitadas en Banco de Arena, Vigilancia, La Silla, La Llana y Casa de Zinc.
En este último lugar también funcionaba un laboratorio que era manejado directamente por El Iguano y cuya producción de cocaína era vendida por alias Carlos Cúcuta, uno de los narcos más cercano al comandante del Frente Fronteras.
Luego de la desmovilización de los ‘paras’, muchas de estas zonas fueron retomadas por la guerrilla, que al igual que antes de la llegada de las Auc, continuó con el negocio que les ha permitido sobrevivir a los últimos de guerra.
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