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Cuando anunció un recorte de 20% a los subsidios del gas y el agua, Argentina apagó la música que suena en Latinoamérica desde hace casi diez años. La fiesta la concentran dos facturas esenciales para el hogar: la luz y el agua, partidas que acumulan el mayor subsidio en Brasil, Argentina, Chile, Perú, Colombia y México, donde ambas facturas están subsidiadas en un promedio de 60%.
En el apartado de luz, Argentina es el que más subsidia, 80% de la factura, seguido de Perú, que llega a aportar 62,5%; México, hasta 58% y Colombia, que llega a subsidiar 50% de la factura del estrato 1. Dentro del agua, lidera Chile, que puede cubrir hasta 85% de la factura, Argentina, que destinará este año US$899 millones a este fin y Colombia, que para el estrato uno subsidia hasta 70% del total, según datos de la Asociación Colombiana de Empresas de Servicios Públicos (Andesco), en 2012.
“América Latina gasta anualmente entre 5 y 10% de su Producto Interno Bruto (PIB) en subsidios”, advirtió hace seis años en un artículo de opinión el Banco Mundial. Lo cierto es que, si bien la tendencia es general en la región, su estructura es heterogénea y se ha ido formando a partir del paradigmático caso de Chile, donde únicamente se subsidia el servicio del agua.
Los métodos de financiación
“En Chile nos preocupa mucho la inversión y temíamos que si fijábamos un precio determinado para el agua, las compañías se marcharan porque bajan los ingresos a la empresa productora del agua potable”, así justifica José Yañez, economista de la Universidad de Chile, el modelo de su país, en el que el Gobierno compensa económicamente a las firmas por sus ayudas al consumidor. La misma situación se dio en Argentina, donde en los últimos cinco años se produjo un crecimiento exponencial de los subsidios.
Estos sistemas indirectos contrastan con el caso de Colombia, donde según Andesco los subsidios a los estratos 1, 2 y 3 se financian con un excedente en la factura de los estratos 5 y 6. Así, los ciudadanos con mayores recursos financian, en el caso de la luz, 50% para estrato 1, 40% para estrato 2 y 15% para estrato 3. En cuanto al agua, colaboran para pagar 70% de la factura del estrato 1, 40% del estrato 2 y 15% para estrato 3.
“Si distribuimos la recolecta entre regalías, impuestos y parte subsidiada podríamos tener un sistema de financiación mucho más saludable”, señala Carlos Fernández Martínez, docente de economía colombiana en la Universidad Politécnico Grancolombiano.
Por regla general los países cuentan con un catastro basado en el censo que determina las posibilidades económicas de la población. Así funcionan Colombia, Chile, y Perú, y gracias a esta información México cifró en su partida presupuestaria de 2014 US$20.047 millones destinados a Desarrollo Social, segmento en el que se incluye Vivienda y Servicios a la Comunidad, subsidiado con US$2.221 millones este año. Brasil proporciona ayudas mensuales a las familias catalogadas de bajos recursos de US$34 para gas y entre US$9 y US$91 para gastos indeterminados.
“A diferencia de lo que se esperaría, en Argentina las ayudas son de carácter regresivo. Estaban concentrados según la cantidad de consumo: a más consumo, más subsidio. Lo que pasó es que las familias que más consumían solían ser las de mayores recursos, así que, principalmente, el Gobierno pagaba la factura de los ricos”, explica Luciano Cohan, economista jefe de la consultora Elypsis.
Consecuencias insostenibles
Al tener una factura de la luz “prácticamente gratuita”, en palabras de Cohan, el consumo se incrementó rápidamente y a medida que la inflación subía en el país, los subsidios también lo hicieron para estabilizar los precios.
El resultado fue el déficit fiscal, y el Gobierno argentino reaccionó recortando 20% de los subsidios al agua y gas, algo llamativo teniendo en cuenta que la luz es la partida más costosa: este año supondrá US$4.248 millones en los presupuestos generales, frente a US$275,7 que se destinarán a subsidiar el gas y el gas licuado de petróleo.
Para Yañez, el gran argumento de combatir la pobreza no termina de funcionar en Chile, pues “este tipo de transferencias no tienen gran impacto, son solo asistenciales”, mientras que las políticas más generalistas serían, en su opinión, la solución adecuada.
En cuanto a Colombia, Martínez recomienda buscar un nuevo sistema que mida de forma más efectiva la “responsabilidad en el uso de servicios” y cobre cuanto los límites se excedan.
Argentina intuye el inicio del fin de sus subsidios
Con el recorte de 20% a los subsidios de gas y agua en Argentina, el Gobierno estima ahorrar US$725 millones en ayudas a gas y US$175 millones en agua, según estimaciones de la consultora Elypsis.
Sin embargo, como destaca su economista jefe, Luciano Cohan, resulta llamativo que se haya dejado al margen el monto destinado a luz, a la que se designó en 2013 US$4.237 millones y que, en caso de que se le aplicara el mismo porcentaje de recorte, ahorraría al Estado un total de US$800 millones.
“Nos estamos acostumbrando, empezamos a ver que quizás sea el comienzo del fin de los subsidios, y hay un consenso entre la población, que entiende que no se puede continuar con semejantes ayudas”, afirma Cohan.
Las opiniones
José Yáñez
Economista de la Universidad de Chile especializado en subsidios
“Las políticas del gasto social, que son más generales, son mucho más eficientes que las transferencias de ingresos asistenciales, como los subsidios, que tienen escaso impacto”.
Carlos Fernando Martínez
Docente en economía colombiana del Politécnico Grancolombiano
“En la Región se subsidia tanto por la desigualdad social. Se observa una estratificación provocada por las diferencias existentes entre la sociedad”.
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