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El desempeño de la economía colombiana durante la primera parte de este año siguió ratificando su gran fortaleza para soportar un ambiente con alto grado de complejidad tanto en el frente local como externo, una situación que parecía ser difícil de concebir décadas atrás. Colombia, en este escenario, sigue siendo una de las economías que más crece en la región, por encima de países como Chile (2%), Brasil (-5,4%) o Argentina (0,5%), aunque por debajo de Perú (4,4%) y México (2,8%).
Sin embargo, pese a que el menor dinamismo a nivel sectorial en la mayoría de actividades económicas se ha manifestado de manera gradual y ordenada, los elementos que componen el balance de riesgos parecen no disiparse e, incluso, incorporan ahora nuevos factores. El enrarecido clima que se ha ido tornando sobre los mercados financieros internacionales, ahora por cuenta del Brexit, le ha sumado cierto grado de incertidumbre tanto al rumbo que podría tomar la actividad económica en Europa y el mundo, como a la orientación que podría seguir la política monetaria en Estados Unidos. Un ambiente que hasta hace un par de semanas, al menos para el caso colombiano, había reducido su nivel de tensión por cuenta de la reciente recuperación que venían exhibiendo las cotizaciones del petróleo.
Pareciera ser que la prudencia a la hora de evaluar un posible cambio sobre las expectativas de crecimiento es el camino más acertado ante el panorama actual. Será la implementación del Brexit, la reacción de la política monetaria en Estados Unidos, la dinámica de la liquidez mundial y el accionar de los mercados financieros internacionales, los factores que le permitirán a los mercados dilucidar el verdadero impacto del contexto global sobre la actividad productiva local.
La balanza de riesgos, por ahora, parece señalar un ligero sesgo bajista de cara a 2017. Factores como los ajustes en materia de inflación, la dinámica de las tasas de interés y el trámite de la Reforma Tributaria, que aún incorporan una elevada incertidumbre, permitirán dirimir la trayectoria de la economía en el corto y mediano plazo.
Preocupa, en particular, el comportamiento de la inversión, cuyo reciente deterioro ha empezado a señalar algunas consideraciones de importancia no solo sobre el rumbo que está tomando la inversión agregada sino sobre la dinámica de cada uno de sus componentes. Y es que la formación bruta de capital cayó a un ritmo de 3,7% en el primer trimestre de 2016, una situación que no se había presentado en los últimos cuatro años.
Los elementos de riesgo que podrían afectar aún más la dinámica de la inversión han ido al alza y esto tendría incidencia no solo en el desempeño de la economía durante este y el próximo año, sino también sobre la convergencia hacia los niveles de crecimiento potencial. Varios estudios han demostrado que para lograr la consecución de crecimientos potenciales en torno a 4,5%-4,8%, la economía debe mantener relaciones del orden de 33%-35% entre inversión y PIB.
Sin embargo, la relación entre inversión y PIB, que hoy se muestra en niveles en torno a 28% y supera con creces la media durante el período 2000-2010 (20%), ha tendido a estabilizarse e incluso a disminuir en el último año y medio, un hecho que debe alertarnos sobre un eventual deterioro si los vientos externos adversos nos golpean con fuerza y el contexto de moderación a nivel local se agudiza.
En síntesis, el balance de riesgos, que hoy se torna bajista, nos invita a la prudencia en materia de perspectivas. Si bien la economía se destaca en la región por su fortaleza macroeconómica y la solidez de sus sistema financiero, los factores de riesgo exigen un monitoreo constante. Unas condiciones monetarias más restrictivas, una eventual reversión de los influjos de inversión externos, una mayor incertidumbre tributaria y un mayor deterioro de las importaciones de bienes de capital (en especial para la industria y el sector agropecuario), podrían comprometer la dinámica de recuperación de la actividad productiva y la inversión y materializar el sesgo bajista en materia de crecimiento.