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La situación del país no es nada halagüeña, nuestras exportaciones de petróleo representan más de 65% del total de los productos exportados, sin ser un país petrolero. Sin embargo, el petróleo es clave para nuestra economía pues sus recursos circulan por todo el cuerpo social de la nación. A través de las regalías, por ejemplo, se alimentan programas de educación, salud, agua potable, construcción de obras públicas y un sin número de programas sociales.
A diferencia de Venezuela cuyas reservas alcanzan para 250 años, Colombia tiene reservas probadas tan solo para 7 años. Nuestra situación es crítica por que sumado a lo anterior, gracias a la acción de la guerrilla contra la infraestructura petrolera la exploración de nuevos yacimientos de crudo se ha disminuido y no se realiza ni en un 50% de lo que se requiere para encontrar nuevos yacimientos y aumentar la producción estancada. A esta situación se suma la caída de los precios del petróleo, que ronda los US$85 el barril, el más bajo desde el año 2010. Esto ha contribuido al déficit en el presupuesto nacional para 2015, elaborado sobre la base de un precio mayor por barril de petróleo.
Si el panorama de violencia y estancamiento de la búsqueda de petróleo continua, en menos de una década seremos un país importador de crudo, lo que produciría un golpe devastador a la economía nacional.
Esta situación sombría que se cierne sobre el país ha generado una fuga de capitales que empieza a reflejarse por ejemplo en la devaluación del peso, la que se profundizara con las cifras que muestran una reactivación de la economía estadounidense que logró superar la crisis de las hipotecas, disminuir el desempleo producido por ella y se apresta a reducir la inyección de liquidez a su economía y a elevar paulatinamente las tasas de interés, todo lo cual traerá la devaluación de las monedas latinoamericanas. Este efecto podría tener como parte positiva el aumento de las exportaciones, sin embargo, la falta de estimulo a la industria nacional y a las empresas, amenazadas hoy con una nueva reforma tributaria y la reaparición de las horas extras, muestra un panorama lejano a la recuperación de la industria nacional que ha vivido la destrucción de miles de puestos de trabajo.
Frente al panorama agrícola, acaba de concluir un importante trabajo para diagnosticar los problemas y soluciones del campo colombiano, tarea encomendada al exministro José Antonio Ocampo, reconocido experto en estos temas. El diagnostico no es nuevo, lo que no hace menos importante la tarea realizada, pues revela cifras impactantes que no pueden pasar desapercibidas como son que 63% de los habitantes del campo no son propietarios, que de 36,4% de los habitantes del campo que son propietarios solo 4,3% recibe asistencia técnica y solo 5,2% tiene acceso al crédito.
Otro dato impactante que contiene el estudio de la misión rural indica que apenas 21,4% de los campesinos tienen título de propiedad lo que obviamente restringe la posibilidad de acceso al crédito.
La misión rural expresa que la tecnología en el campo es desastrosa, el crédito bajísimo, las obras publicas ausentes o deterioradas, como sucede con la malla vial de las vías terciarias.
El exministro Ocampo expresó, refiriéndose a la inclusión productiva, “es lo clave y es el área en la que hay mas vacíos y también la que tiene la mayor oportunidad de ayudar a reducir la brecha entre el campo y la ciudad”
Ocampo hizo una fuerte crítica sobre los subsidios directos que no obedecen a ningún criterio, y que no están enfocados pensando en una visión de futuro. Estos son precisamente con los que el gobierno se comprometió surgidos de los acuerdos del paro agrario.