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Los líderes globales nunca deben asumir que por hablar el mismo idioma o pertenecer a la misma región tendrán la misma problemática
Prácticamente durante toda mi carrera he tenido la fortuna de representar a nuestro país en la Latinoamérica y, después, incluso, a la región completa. Creo que los latinoamericanos, independientemente de la parte corporativa, tenemos ese ingrediente de tradiciones muy arraigadas. Para mí, una experiencia fascinante ha sido la necesidad de adaptar todo lo que somos como cultura a una empresa extranjera para hacer negocios e interactuar todos bajo una misma cultura corporativa.
Durante los últimos años, como líder, para mí ha sido muy importante el cómo hacer que los equipos no sólo se sientan orgullosos de trabajar para la compañía, sino de la cultura que tenemos y de los países que cada uno representamos.
Convivir con personas de varias naciones, sobre todo desde posiciones como las que tuve en Dupont o en el Consejo Ejecutivo de Empresas Globales (CEEG), me permitió comprender que, aunque hablemos español, es importante también reconocer que somos distintos. Así que para alcanzar los objetivos como corporativo en este escenario diverso, lo primero –y más importante– es tener un propósito muy claro y un rumbo muy bien definido como líder y como empresa. Si de esto no estamos realmente convencidos, nada lograremos. Dentro del propósito habremos de incluir aspectos como la razón de ser de nuestra empresa, cultura, valores, objetivos de facturación, todo.
Cuando visitaba otras naciones, me enfocaba en conocer cuáles eran las características y necesidades de ese punto en particular. Aunque como compañía global ya tuviéramos presencia en ese país, nunca asumí que por pertenecer a Latinoamérica tendríamos las mismas problemáticas y se podrían aplicar las mismas soluciones. Así que trabajábamos juntos para entender diversos puntos de vista y participar con la comunidad, la academia, sus medios de comunicación, los gobiernos y asociaciones.
En Latinoamérica hemos tenido que ser muy creativos desde la iniciativa privada para tener a más mujeres en puestos de liderazgo, para incluir a las minorías y también a los jóvenes. Sin embargo, aún nos falta mucho por hacer como región.
Aquí algunos datos para poner en perspectiva el desafío. Se estima que las mujeres ganan 17% menos que los hombres y sufren “segregación ocupacional” (IDCR); menos del 30% de las posiciones de liderazgo están ocupadas por mujeres (Michael Page); 110 millones de jóvenes sufren desempleo, informalidad o inactividad (OIT) y las personas LGBTQ+ continúan sufriendo discriminación por parte de reclutadores. Y es que verdaderamente seguimos sin estar convencidos de que tener minorías en el mundo laboral es una ventaja: las empresas diversas tienen 25% más probabilidad de ser más rentables que las que no lo son (McKinsey).
Entonces, ¿qué hacemos hoy en las empresas? Competimos por talento. El talento no tiene nacionalidad, ni género, ni condición social. Debemos comprenderlo para conservar nuestros equipos. Hoy los jóvenes te preguntan como empresa: ¿cuáles son tus compromisos con el medio ambiente? ¿cómo ayudas a la comunidad? ¿cuál es tu política de recursos humanos para minorías? Una compañía pequeña sí puede retener al mejor talento cuando ofrece mejores condiciones.
Aprendí que para ser un líder global debes esforzarte y dar lo mejor de ti. Debes adaptarte rápido y tener claro lo que de ti se espera. También debes comprender que compites de manera global y que el talento no es necesariamente local. Y saber que más allá de la compañía en la que trabajes debes dejar huella y saber que tu país no está por encima de los demás.
En cargos ejecutivos, la brecha salarial es de 17%; en gerencias senior de 7%; y en posiciones profesionales la diferencia llega a 20%
La integridad laboral se ha convertido en un desafío estructural tanto para el mercado laboral colombiano como latinoamericano