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“Una acción, un voto”, un principio fundamental del gobierno corporativo Occidental, vuelve a estar bajo los reflectores. Excepto que esta vez el objetivo es disminuir su aplicación en vez de extender su huella.
El creciente “cortoplazismo” entre los inversores - que amenaza con desestabilizar tanto a las empresas como a la economía en general - está generando una reconsideración del principio de que todos los accionistas deben tener el mismo peso.
Comentaristas prominentes como Al Gore, ex vicepresidente de Estados Unidos; Dominic Barton, director administrativo global de McKinsey, y John Bogle, fundador de Vanguard Group, han abogado a favor de reforzar los derechos de voto de los accionistas de largo plazo o de negárselos a los inversores de corto plazo. Y el Financial Times reportó recientemente que la Comisión Europea estaba preparando una propuesta para dar a los accionistas “leales” mayor influencia de voto.
¿Hasta qué grado se debería tolerar la discriminación entre accionistas? A continuación tres sugerencias:
1. Por motivos de justicia y para evitar que se atrinchere el control, “los derechos de voto mejorados” no deberían distribuir sólo entre los fundadores de las empresas u otra gente conocedora. En cambio, todos los inversionistas deberían ser elegibles para recibirlos si reúnen las condiciones calificativas, ya sea definidas por el periodo de propiedad o por otros criterios.
2. Para garantizar que los derechos de voto mejorados no posibiliten que un accionista grande tome decisiones unilateralmente, tal vez sea prudente limitar el número de votos adicionales que pueden recibir los accionistas que califican. Una posibilidad es conceder votos extra sólo hasta un techo específico.
3.Considere el tipo de inversores que probablemente harán uso de los derechos de voto aumentados. Por ejemplo, si el objetivo general es reforzar el comportamiento administrador tanto como alentar la propiedad a largo plazo, vale la pena debatir si los inversores calificados “pasivos” (o índices) deben ser tratados igual que los accionistas elegibles “activos”.
Prestar atención a estos temas puede ayudar a garantizar que distanciarse de una política de “una acción, un voto” con miras a alentar la propiedad de largo plazo traiga los beneficios planeados sin ningún resultado adverso.
De las recomendaciones a los hechos
No solo respetados comentaristas y formuladores de políticas como el ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore o John Bogle, fundador de Vanguard Group, están proponiendo repartir los derechos de votos de forma desigual entre los accionistas comunes. De hecho, empresas de perfil alto como la red social Facebook ya lo están haciéndo, lo cual ha sido soprendente. Por otro lado, desde principios de la década de 1990, ‘una acción, un voto’ ha sido el estándar de oro del gobierno corporativo; incluso en países donde las acciones de clase dual son predominantes, como Suecia, han buscado limitar el ’poder-distancia’ creado por dichas estructuras.
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