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Lo más apropiado es ser prudente con la información que no está relacionada con el trabajo y preservar una zona privada
Si ha decidido ser amigo de su jefe en las redes sociales, corre el riesgo de que éste conozca aspectos de su vida que tal vez debería ignorar. Puede que, tras el fin de semana, quien le manda le interrogue sobre las fotos de una fiesta que usted colgó en Facebook, o acerca de un comentario en Twitter con el que no está de acuerdo o que no es apropiado para la compañía.
Si su jefe es su amigo en las redes y puede acceder a su vida privada, también podrá pedirle cierta dedicación laboral fuera del horario de trabajo, y no podrá negarse, porque la línea entre su vida personal y la profesional quedará casi completamente difuminada.
Algunos estudios, como el de la consultora LeadershipIQ, sostienen que "más de seis horas semanales con el jefe perjudican seriamente los niveles de motivación y creatividad", y que el exceso de tiempo con un superior es algo contraproducente. Esa amistad con quien manda tiene sus ventajas, aunque puede ser tóxica con un mal jefe. Y habrá que tener cuidado cuando esa relación especial con su superior -que se fragua en gran parte en las redes- le lleva a una socialización en el trabajo obligatoria, a la que accede para no perder oportunidades de promoción.
Y qué decir si usted confunde la posible amistad con ser dócil e inofensivo. Eso puede llevarle a estar en el grupo de confianza pero sólo por satisfacer a su superior. Y para el trabajo de agradar al jefe no vale cualquiera.
Tenga en cuenta que la relación con un mando en Facebook, Twitter o Instagram que le lleva a hablar de su vida privada; de lo que hace durante el fin de semana; de lo que gana; acerca de sus enfermedades; o sobre sus intenciones laborales, incluso de la posibilidad de irse de la empresa, puede afectar a su futuro profesional en la compañía. Lo más apropiado es ser prudente con la información que no está relacionada con el trabajo y preservar una zona privada.
Demasiados datos
No es lógica la indiferencia con la que mucha gente proporciona -de forma voluntaria y casi a diario- datos e información en las redes sociales sobre perfiles propios que hablan de cómo son, qué hacen, qué les gusta o cómo piensan. Los jefes, pero también los reclutadores y las empresas, pueden acceder libremente a todo esto para tomar decisiones que afectan directamente a la vida profesional.
Guillem Recolons, socio de Soymimarca, cree que "el principal inconveniente de aceptar al jefe en las redes como contacto es el fin de la privacidad. Quizá habría un inconveniente mayor al no aceptarlo, ya que ese rechazo podría tener consecuencias personales o profesionales. Sin embargo, en pleno siglo XXI, la delgada línea que separa nuestra vida personal de la profesional se está desvaneciendo. Tener a nuestros compañeros y jefes en nuestras redes implica humanizar nuestros perfiles y demostrar que tenemos otros intereses más allá de la oficina, que disfrutamos de nuestras aficiones, familia, deportes... igual que quien nos manda. En el fondo, Matrix no existe, y compartir espacio digital -si el jefe no lo utiliza como argumento contralaboral- debería ser algo positivo, una forma de conocer más a una persona. No olvidemos que si dejamos que el jefe vea nuestros perfiles, nosotros también veremos el suyo".
Carlos Rebate, autor de Influencers, todo lo que necesitas saber sobre influencia digital, opina que "estar conectado con un superior en redes sociales sólo es un problema si no queremos que sepa lo que pensamos, o si es de la opinión (especie en extinción) que ser activo en redes es sinónimo de estar en búsqueda activa, de estar ocioso, o de falta de compromiso".
Rebate añade que "las redes sociales son una extensión de uno mismo, y es difícil (y poco práctico) no ser uno mismo de forma sostenida. El consejo es seguir la máxima de Henry Ford de 'hacer lo correcto aunque nadie esté mirando'. De manera que lo mejor es ser natural, ser uno mismo (en digital y en analógico), conectar, compartir y aprender de los demás, y, si a su jefe no le gusta... cambie de jefe".
Debe tener en cuenta que su presencia, lo que hace y lo que demuestra en Facebook, Twitter, Instagram o LinkedIn resulta determinante. Su huella digital ha de ser cada vez más profunda.
Los expertos admiten la importancia de tener una presencia en las redes sociales pero advierten de que, al mismo tiempo, es necesario saber contextualizar. Hay que ser prudentes y no pecar de bocazas.
En esa relación estrecha con un superior que tiene como campo abonado las redes hay que valorar la posibilidad de si es posible hablar con sinceridad total a quien nos manda, diciéndole todo lo que pensamos. Tenga en cuenta que el simple desahogo puede implicar un riesgo, sobre todo si el exceso de sinceridad -o la queja- no tiene que ver con la asertividad, que es la capacidad de sincerarse buscando la forma, la manera y el lugar adecuado. No convierta la sinceridad en sincericidio.