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Crear una empresa desde los cimientos no es fácil. No basta con tener una buena idea y mucha ilusión.
Es necesario saber cómo desarrollar ese proyecto con constancia y perseverancia, rodeado del equipo más eficiente y proactivo.
Si no se dan estas circunstancias, muchas empresas se ven abocadas al fracaso más absoluto. Una caída que puede dar, aun así, la oportunidad para remontar a nivel profesional y aprender de los errores. Seguro que podrían ser algunos más, pero los 15 errores más comunes al crear una empresa suelen ser los siguientes:
1) Equivocarse en la selección de los socios: muy a menudo cometemos el error de asociarnos con las personas que tenemos más cerca: amigos, familiares, compañeros de clase. Son con quienes tenemos más confianza, más afinidad, pero esto no garantiza que sean los socios ideales para impulsar nuestro proyecto. Tenemos que basarnos en criterios profesionales a la hora de elegir a los socios.
2) No valorar la importancia del líder: una empresa sin líder es como un barco sin patrón. El líder es la persona que unifica el espíritu del equipo y que toma la última decisión. Y, ¿quién debe ser ese guía? ¿El CEO? ¿Quién aporta el capital principal? No se debe decidir con base en estas cuestiones.
3) Un reparto equitativo de las acciones: aunque esta pueda parecer a simple vista la opción ideal, puede ser totalmente equivocada. Eso de repartir el pastel entre todos por igual no funciona a la hora de arrancar una empresa. Por ejemplo, cuando son dos socios y se reparten las acciones al 50%, siempre tendrán que llegar a un acuerdo. Si son tres (33%), dos de ustedes mandarán y si suman cuatro (con 25% de la empresa para cada uno), se produce el caos. Siempre debe haber pacto entre los socios a la hora de adjudicar las acciones.
4) Contratar sin pensar: es importante contratar a los trabajadores en función de si encajan en la cultura de la empresa, primero y de su capacidad, después. Siempre podemos ampliar sus conocimientos a través de formación. Nunca invertir este orden de prioridades. Para ello es importante definir esa cultura para remar todos en la misma dirección. A partir de ahí, ya se puede pensar en qué servicio se necesita contratar y a quién para que lo desarrolle.
5) Basarse en estereotipos: no todos los emprendedores deben estar cortados por el mismo patrón: jóvenes recién graduados, hacer una app o desarrollar su idea en un garaje. Lo importante es no tener miedo al riesgo, contar con capacidad para tomar decisiones, ver oportunidades donde otros no las ven y sentir pasión por lo que se hace. Ese es un buen emprendedor.
6) Enamorarse demasiado de la idea: la idea puede llegar a ser el peor enemigo del emprendedor. Pocas ideas representan la perfección o el éxito asegurado por sí mismas (a no ser que haya inventado la rueda, el fuego o la bombilla...). Enamorarse de un concepto inicial hasta llegar a cegarse y no escuchar a nadie por creer que no va a aportar nada a esa idea, es un error.
7) No saber dónde se está metiendo: emprender es muy duro y requiere mucho sacrificio (sí, también puede dar grandes satisfacciones). Debe analizar bien el impacto personal de la decisión (tiene responsabilidades familiares y materiales, no dispone de apoyo en su entorno más próximo, etc). También hay que ser honesto con uno mismo y saber cuándo ha llegado el final de su etapa en la empresa para salir de ella o para dejarla morir.
8) No conocer su mercado: debe tener muy presente que no hay que ofrecer un producto o servicio sólo por el hecho de que a usted le guste o le solucione un problema. Debe saber qué es lo que realmente se adapta a las necesidades de sus clientes. Conocer bien qué es lo que quieren ellos y ofrecérselo. Son su verdadero mercado.
9) Enfocarse más en los inversores que en los posibles clientes: es otro error común en muchas startups, no realizar correctamente el plan de negocio (que, por cierto, es más sencillo de lo que se piensa). Es un error dedicar más tiempo a vender el proyecto ante los inversores, en una búsqueda de capital que tal vez no sea necesaria, que a desarrollarlo en condiciones ante los posibles clientes.
10) Creer que facturar significa cobrar: las ventas reflejan el tamaño y el crecimiento (margen, rentabilidad, etc.) de su negocio, pero al final del día lo que verdaderamente importa es la caja, es decir, lo que cobra (una compañía rentable mal gestionada puede quebrar fácilmente). ¿Cuántos días de vida le quedan a su empresa? La respuesta siempre vendrá dada por una cifra: la caja de la que disponga. Esta es una idea fundamental que debe tener en la cabeza todo emprendedor.
11) No confiar en la tecnología: es mejor utilizar productos que domina y que conoce, plantillas ya existentes, con un funcionamiento acorde a sus necesidades, que invertir mucho dinero en herramientas únicas súper complicadas que le quitarán todo el tiempo del mundo.
12) No centrarse en su producto y en su mercado: es muy importante cuantificar el tamaño de la empresa y no lanzarse a un segundo mercado antes de dominar convenientemente el primero, pensar en el modelo de negocio y no sólo en el valor que aporta el producto. Diversificar y no dispersar. Una cosa es diversificar si ha triunfado y otra es hacerlo cuando aún no se ha consolidado. Así se dispersa.
13) No ser realista: cuando hace un plan de marketing, por ejemplo, debe reflejar datos realistas y alcanzables y no aspiracionales. Fíjese metas factibles.
14) Preocuparse por captar talento, pero no por mantenerlo: es imprescindible cuidar al equipo y su talento con el objetivo de que permanezca en la empresa y ayude a escalar el negocio.
15) No formarse antes de comenzar: una de las claves de una startup es tener un equipo formado y sólido. Que tenga conocimientos y habilidades específicas según su rol para que el equipo sea verdaderamente multidisciplinar. Hay que tener bien presente que una parte de ello se lleva en los genes, mientras que la otra, que es la más importante, se aprende en las escuelas y en las universidades.
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