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ALTA GERENCIA

Innovación: una moda más

lunes, 3 de agosto de 2015
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Elkin Echeverry

Es entendible que algunos sean en principio escépticos; hoy sin algo de sorna recuerdan como llegaron y se “fueron” la calidad, re-ingeniería, justo a tiempo y otras similares. Es usual en ellos asumir con mucha suficiencia que innovación es algo del mismo estilo y que ellos son muy listos, y no se dejan engañar, pero tal vez confunden etiqueta con esencia.

Hace poco sucedió algo interesante, después de finalizar una de mis conferencias, un joven del público con bastante ímpetu y algo molesto, me dijo: “no creo mucho en el asunto, ya a todo le ponemos ese “apellido” de la innovación”. Su comentario era válido, un poco injusto, pero respetable, pero encerraba también un peligro: descuidar el tema por la forma y no concentrarse en lo de fondo.

En el interesante trabajo de J. Bradford de Long del Departamento de Economía  de U.C. Berkeley sobre el cálculo y comparación histórica del tamaño de la economía mundial - PIB por persona - desde los albores de la humanidad; se ve con claridad el inmenso impacto que la innovación ha tenido en la tarea de mejorar de manera espectacular las condiciones de vida de miles de millones de personas.

El gráfico que resume esa evolución tiene un comportamiento exponencial pronunciado, que se dispara justo con el arranque de la Revolución Industrial a comienzos de los años 1800. El trazo de esa línea se parece a la forma de un palo de hockey: poco pronunciado por un largo tramo (mango), aunque realmente crece de forma lenta por muchos años (un incremento que fue en su momento difícil de percibir), y un cambio  dramático  una vez la curva se inclina de forma vigorosa (pala). Desde allí  fue apareciendo la inquietud sobre qué era aquello que generaba esos incrementos.

Después de estudiar las estadísticas de crecimiento de muchos años y de  muchos países;  Robert Solow, Premio Nobel de Economía en 1987, encontró que hasta 87% de sus crecimientos no eran explicados por sus aumentos en capital y labor, sino por factores “residuales”.

Otros estudios similares de muchos otros economistas, con datos de crecimiento en muchas épocas de la historia, de muchas regiones diferentes, han entregado conclusiones similares. Solow publicó su trabajo seminal en 1957 y atribuyó los efectos no explicados hasta ese entonces, a lo que el denominó: “el efecto del cambio tecnológico”.

Aunque hay en la actualidad discusiones entre los economistas respecto a cuál es el tamaño de ese “residuo”, nadie discute hoy que ello conforma el factor más importante de crecimiento de la economía. 

En la medida que hemos entendido lo que es innovación y que ella va más allá de sólo nuevas tecnologías, podemos decir que hoy ese residuo, el “residuo de Solow”, es en esencia la denominación correcta de lo que se produce al innovar.

Innovar es exactamente eso: hacer más con lo mismo. Con los mismos factores de labor y capital, producir más. El valor que tengamos de la  productividad total de los factores: PTF, es el que se genera con el nivel de innovación de nuestra institución, de nuestra empresa,  de nuestra sociedad,  de nuestro país.

Una vez se entiende esto, se ve claro que no estamos hablando de corrientes de pensamiento en la administración, ni una moda mediática, que la innovación es una forma de comportamiento de las personas, gente que si se integra adecuadamente en redes, produce cambios significativos y  positivos en la calidad de vida de la sociedad.

Al mismo tiempo, la otra cara de la moneda de este hecho parece, a veces, no entenderse en su real dimensión. Ese comportamiento acelerado de la gráfica no ha dejado de aumentar su tasa de cambio.

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