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El discurso en la Plaza de Bolívar estuvo centrado en los jóvenes y su visión de la paz.
El modelo Bergoglio tocó tierras colombianas y en sus primeros discursos dejó 20 frases que recogen las lecciones de economía social y política que bien pueden resumir el pontificado del Papa Francisco. El encuentro con el otro y la necesidad de no ignorar a los pobres han marcado las enseñanzas que viene dejando en Colombia un Sumo Pontífice que ha escogido a la austeridad como uno de sus nortes.
La primera lección la entregó en el discurso que dio cuando el presidente Juan Manuel Santos lo recibió en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño. Francisco recordó el compromiso que pide la búsqueda de la paz y resaltó que es un trabajo que, a pesar de los obstáculos y las diferentes maneras para alcanzarla, “exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica a la persona humana, su altísima dignidad y el respeto por el bien común”.
Una tarea que aprovechó para plantear su segunda lección, pues advirtió que no solo es un esfuerzo en el que se debe huir de la tentación de la venganza, sino también una responsabilidad en la que no hay cabida para los intereses particulares y de corto plazo. “Más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente”, afirmó.
El jerarca de la Iglesia Católica continuó su mensaje recordando el lema que acompaña al escudo de Colombia: libertad y orden. Para él, en las dos palabras se encierra toda una enseñanza que se convirtió en su tercera lección: “los ciudadanos deben ser valorados en su libertad y protegidos por un orden estable. No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica”, aseguró.
Unas leyes justas, que garanticen la armonía de la Nación, fueron en el camino de Francisco para entregar su cuarto consejo. Para él, la legislación tiene que tener el objetivo de resolver las causas estructurales de la pobreza, que generan exclusión y violencia, para sanar a la sociedad de una enfermedad que la vuelve frágil: la inequidad como la raíz de los males sociales. Por ello, la quinta lección fue el centro del mensaje de su Pontificado: la pobreza. En su discurso, Bergoglio animó a los colombianos a “poner la mirada en todos aquellos excluidos y marginados por la sociedad”, pues “todos somos necesarios para crear y formar la sociedad. Esta no se hace solo con algunos de ‘pura sangre’, sino con todos”. Ya en el balcón del Palacio Cardenalicio, las enseñanzas del Papa estuvieron centradas en la importancia que puede tener la juventud. Como sexta lección resaltó que “los jóvenes son la esperanza de Colombia” y destacó las capacidades que tienen para perdonar, comprender y reconocer. “Dejen que el sufrimiento de sus hermanos colombianos los abofetee y los movilice. Ayúdennos a nosotros, los mayores, a no acostumbrarnos al dolor y al abandono”, los animó.
La abdicación de la violencia
Pero quizás la parte más política de su mensaje estuvo dirigida hacia los cardenales. En el salón del Palacio Cardenalicio, el Papa les entregó un mensaje sobre cómo debería ser su labor como representantes de la Iglesia que bien podría trasladarse a otros sectores.
El Sumo Pontífice, como séptima lección, pidió “no contentarse con el medio compromiso que deje a los resignados en la quietud de la impotencia” y, como octava enseñanza, sugirió tener una “particular sensibilidad hacia las raíces afrocolombianas de su gente, que tan generosamente han contribuido a plasmar el rostro de esta tierra”. Ante los obispos colombianos, Francisco recordó, como noveno y décimo consejo, que no solo se debe caminar hacia “la abdicación de la violencia como método”, sino también a evitar el “camino fácil pero sin salida de la corrupción”. Un discurso que aprovechó para volver a mencionar la paz y señalar, como undécima enseñanza, que no solo hay que tener en cuenta que la guerra “sigue lo que hay de más bajo en nuestro corazón”, sino que la paz “exige de los hombres un coraje moral diverso” y “nos impulsa a ser más grandes que nosotros mismos”.
El llamado directo, y decimosegundo consejo del Jerarca de la Iglesia llegó cuando les pidió a sus obispos que conserven la serenidad. “Cuando el amor es reducido el corazón se vuelve impaciente, turbado por la ansiedad de hacer cosas, devorado por el miedo de haber fracasado”.
El decimotercer mensaje fue un llamado a no tener miedo y alzar la voz “para recordar a todos que una sociedad que se deja seducir por el espejismo del narcotráfico se arrastra a sí misma en esa metástasis moral que mercantiliza el infierno y siembra por doquier la corrupción y, al mismo tiempo, engorda los paraísos fiscales”. También tuvo tiempo para recordar la importancia de la naturaleza, y en su decimocuarto mensaje, llamó la atención sobre el cuidado al Amazonas y aseguró que “Colombia no la puede amputar sin ser mutilada en su rostro y en su alma”.
La importancia de la mujer
En su encuentro con el Consejo Episcopal Latinoamericano, el Sumo Pontífice centró su enseñanza número 15 en la pasión. Para él, y así se los dijo a los obispos de la región, “hoy hace falta pasión. Poner el corazón en todo lo que hagamos, pasión de joven enamorado y de anciano sabio, pasión que transforma las ideas en utopías viables, pasión en el trabajo de nuestras manos”. Francisco también recordó la importancia que tiene el papel de la mujer, advirtió que “es un serio deber comprender, respetar, valorizar, promover la fuerza eclesial y social de cuanto realizan” y aseguró que sin ellas no se logrará “una nueva y vivaz etapa de la fe en este continente”.
En su consejo número 17, el Sumo Pontífice volvió sobre los jóvenes y manifestó que es necesario invertir tiempo y recursos en su formación. En su mensaje, señaló que es necesario proponer “programas educativos incisivos y objetivos pidiéndoles (...) el resultado de sus potencialidades y educando su corazón en la alegría de la profundidad, no de la superficialidad”.
El máximo representante de la Iglesia les volvió a advertir a sus obispos un mensaje reiterativo en su pontificado: la necesidad de salir a la calle a estar con la gente. Su decimoctava lección fue meterse día a día en el trabajo de campo y no dejarse “paralizar por el aire acondicionado de las oficinas, por las estadísticas y las estrategias abstractas. Es necesario dirigirse al hombre en su situación concreta; de él no podemos apartar la mirada”.
Por último, las dos lecciones finales de Francisco las dio ante la multitudinaria misa en el parque Simón Bolívar. El Papa pidió impulsar el riesgo compartido, perder los miedos “que nos inmovilizan y retardan la urgencia de ser constructores de la paz, promotores de la vida” y, al final, resaltó que en Colombia hay una comunidad “que está llamada a convertirse en una red vigorosa que congregue a todos en la unidad, trabajando en la defensa y en el cuidado de la vida humana”.