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Las instituciones impartirán sus enseñanzas
Colombia es un país que después de medio siglo de oscura guerra ve la luz de la paz. La visita del Papa Francisco confirma lo que ya se ha venido gestando en el corazón de tantos hombres y mujeres en el país: la opción preferencial por la no violencia.
Su visita a Colombia no tiene otro fin que anunciar el Evangelio de Jesucristo, el cual ofrece una plenitud que nada ni nadie puede dar, porque: “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (Evangelii Gaudium, 1). El Papa Francisco es consciente que el Evangelio transforma realidades si es acogido y vivido con pasión y compromiso, esto es, si lo que abunda en el interior de cada ser humano es amor, síntesis del mensaje evangélico, eso transparentan los actos y las palabras, y la pacífica armonía tiene lugar. De hecho: “aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: la paz esté con ustedes” (Juan 20, 19). El Papa Francisco, como sucesor del apóstol Pedro, presente aquel día, también ha recibido del Señor la paz y viene a Colombia a entregarla y a recordarnos que “todo se pierde con la guerra y nada se pierde con la paz” (Pío XII, radiomensaje del 24 de agosto de 1939).
Consecuentemente, esta paz debe tener unas implicaciones insoslayables como son el amor al prójimo y a la naturaleza, y es que a Dios, se le alaba con ternura y compasión, siendo justos con los excluidos y cuidando con especial reverencia a la madre tierra que a todos provee de vida con sus dones. No se acaba con la vida del hermano ni tampoco se explotan ilimitadamente los limitados recursos naturales, y menos cuando lo que se busca es privilegiar a unos pocos en detrimento de muchos. En la Carta Encíclica Laudato Si, el Papa Francisco es claro: “no puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. No es casualidad, que en el himno donde San Francisco alaba a Dios por las creaturas, añada lo siguiente: “alabado seas mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor” Todo está conectado. Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y un constante compromiso ante los problemas de la sociedad” (91). En su visita a Villavicencio, el Papa hará alusión a esto, denunciando que la injusticia social está ligada al problema ambiental, proponiendo un camino conducente a una ecología integral, en la que Dios, ser humano y mundo se reconocen entrelazados en una relación de interdependencia.
Ahora bien, las universidades católicas en Colombia como Uniminuto, se abren con esperanza a la visita Apostólica del Papa Francisco, porque con avidez anhelan, sus funciones sustantivas sean fecundadas de lo verdaderamente humano, que de seguro, en sus discursos y alocuciones estará presente. Así la docencia será transida por el espíritu de búsqueda de esa verdad que Cristo anuncia y que Él mismo es. La investigación mejorará las condiciones de vida de los colombianos haciendo sostenible con sus avances la casa común. Y finalmente, la proyección social tendrá la misericordia como punto de partida y culmen. Se preocupará por el otro dejando a un lado el egoísmo. Su despliegue irá más allá de los límites de la mismidad para abrazar en amor a la otreidad. Su impulso de transformación social será la mutualidad recíproca, en la que los excluidos son opción preferencial. La universidad se acoge a las palabras y los gestos del Papa Francisco, en su visita Apostólica a Colombia, y se dispone a cuidar la semilla que siembre en el corazón de los colombianos, dando el primer paso de la construcción de un nuevo país que en fe sigue creyendo y apostando por la paz.
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