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La probabilidad de que funcione, estadísticamente, es muy baja y tiene un altísimo costo, no solamente en términos de capital financiero, sino de capital humano, el más valioso en nuestra organización
La habilidad de las organizaciones para concluir proyectos exitosos es un factor clave en estos momentos de transformación y cambio. La incorporación de innovación, tecnología, nuevos servicios, negocios o transformar a la organización en general, requiere de proyectos de ejecución rápida y precisa. Estos vienen a reemplazar al trabajo de línea en cuanto al nivel de actividad de las personas, sin embargo, no todo sale bien durante la ejecución de los mismos. ¿Qué pasa si surgen problemas?
¡No hagamos un plan de choque! La probabilidad de que funcione, estadísticamente, es muy baja y tiene un altísimo costo, no solamente en términos de capital financiero sino de capital humano, el más valioso en nuestra organización. En cambio, la probabilidad de que a un plan de choque le siga otro, es más bien alta. Simplemente no funcionan.
Un plan de choque suele incluir -además del costo financiero- muchísimas horas adicionales de trabajo, fines de semana, alteraciones en la planeación (en forma y fondo), entre otros, como el desgaste familiar, que en conjunto generan un altísimo estrés y al final del día no termina sumando mucho al rescate de un proyecto. Las personas no mantienen el mismo nivel de productividad todo el día, todos los días y menos si esto significa sacrificar su vida personal o familiar, lo que trae consigo altísima frustración cuando luego del esfuerzo resulta en que no sirvió, se perdió, o al menos, no fue suficiente y se requiere uno nuevo. Resultado: desmotivación, baja moral y compromiso, deserción, bajón en la productividad… un alto costo para los resultados típicamente obtenidos.
¿Qué alternativa tenemos? ¿Qué podemos hacer? La respuesta es: un plan de recuperación del proyecto. Este, a diferencia del plan de choque, se enfoca en realizar un análisis que permita cuantificar la crisis desde todas sus posibles aristas reconociendo todos los síntomas que se presentan y que a menudo llevan a ello. Factores de varios tipos y sabores que van desde algunos aparentemente sencillos como el incumplimiento de fechas pactadas, la inasistencia del cliente a las reuniones, confusiones en los roles o el escalamiento de las aprobaciones, hasta otros complejos y críticos, como la asistencia del cliente a las reuniones junto con sus abogados o la presencia permanente de la alta dirección hasta en las cosas más pequeñas.
De cualquier manera, estos síntomas expresan la falta de aplicación de la gerencia experta de proyectos en el manejo de todas las variables que un proyecto requiere, como lo es el control del factor humano con sus expectativas y temores, el tiempo, alcance, costo, la planeación de la calidad, de las comunicaciones, de la identificación correcta de stakeholders y demás, que una vez omitidas, son el caldo de cultivo para las crisis posteriores.
Existe un framework o modelo de recuperación de proyectos en crisis. Este, al final permitirá obtener integralmente un nuevo conjunto de parámetros, expectativas y alcance, que de una manera realista permita salvar el objetivo y el proyecto mismo al tiempo que se conserva el capital humano, su moral y motivación en alto. Concluir proyectos de esta forma permite afianzar la cultura organizacional.
Por otra parte, el modelo también podría arrojar la conclusión de que es mejor dar una “muerte digna” al proyecto, antes de “quemar” al equipo y una gran cantidad de otros recursos que no asegurarán la llegada segura a puerto; lo cual, al final… ¡también es ganancia!
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