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Empresas deben dar bienestar a sus empleados
La visión que separa la vida profesional del ámbito personal, comprendiéndoles como dos escenarios independientes - y si se tiene suerte, complementarios- ha sido, pese a la evolución en el campo de la gestión humana, uno de los errores más comunes del management.
Durante mucho tiempo se defendió que fragmentar la realidad del empleado garantizaba que la fuerza laboral se mantuviera concentrada en su objetivo: la productividad, los resultados, la sincronía con las dinámicas corporativas. En algún punto, algunos hemos escuchado que “los problemas se dejan en casa”, o el consabido “no te lo tomes personal”, entre otros mandatos de esa creencia.
Sin embargo, las nuevas generaciones de profesionales han traído consigo un mensaje contundente a las empresas: nunca se trata solo de trabajo, siempre es personal. Los empleos y las ocupaciones no son una dimensión aislada, hermética ante las emociones y la sensibilidad, ante las condiciones de cada contexto o los problemas particulares; son de hecho una expresión de los sueños y aspiraciones, de las posibilidades y los talentos, y también a veces de las malas decisiones y las frustraciones de cada quien. Lo que hacemos es de alguna forma parte de nuestra identidad.
Si bien el universo del bienestar, la seguridad y la salud en el trabajo es tan amplio que abarca aspectos tan distintos como mecanismos que prevengan los accidentes operativos, el monitoreo y gestión del estado físico de los empleados, el estímulo de actividades de esparcimiento y descanso, y otros beneficios económicos y emocionales; es cada vez más relevante asumir una tarea adicional: la creación de las condiciones necesarias para que las personas puedan trabajar sin tener que renunciar a partes de sí mismos.
Sin que las mujeres se vean forzadas a decidir entre ser madres o liderar negocios; sin que la orientación sexual sea un tabú; sin que los jóvenes tengan que ocultar sus expectativas de cambio o nuevas oportunidades por temor a ser vistos como “ruedas sueltas”; sin que una discapacidad o una enfermedad sea un impedimento para competir y ser parte de grandes proyectos.
El verdadero bienestar de los empleados comienza por entender que cada ser humano tiene una realidad conexa que no se queda en casa y que podemos hacer mucho para facilitar la armonía en todas sus dimensiones. Requiere trabajo, desde luego, pero el retorno es insondable.
Pfizer es un ejemplo de ello. Desde hace ya varios años, a los equipos de gestión humana, se han sumado comités como el de Diversidad e Inclusión, o el Consejo de Mujer, que palabras más, palabras menos, proponen y ejecutan propuestas que facilitan el desarrollo integral de nuestra gente. Gracias a ellos, junto a la línea directiva -convencida de la relevancia de este enfoque-, se han logrado avances muy importantes que van desde la eliminación de sesgos inconscientes en términos de género, hasta la creación de salas de lactancia y descanso, pasando por la flexibilización del manejo del tiempo, tan necesario y útil, por ejemplo, para quienes son padres. “Desempeño siempre, familia primero”, es uno de nuestros mantras que refleja todo este asunto del balance. Sumadas todas las iniciativas, contamos con un abanico simétrico a las dimensiones de nuestra diversidad.
Hemos llegado a un punto donde el bienestar se define como la posibilidad de trabajar en un ambiente de respeto, seguridad y confianza. Donde la salud es vista como un balance físico, mental y emocional; y donde la seguridad, desde una perspectiva trascendente, es que cada empleado pueda construir una relación sostenible con la compañía. Quizás sean estas las sencillas razones por las que actualmente 96% de nuestros colegas está satisfecho trabajando con nosotros.
No obstante, el reto continúa. Lograr que todos los empleados se sientan felices, respetados, valorados y seguros es latente. Nunca cesará el llamado a re-imaginar los ambientes laborales cuando se trata de buscar mejores condiciones de bienestar. Sin embargo, estoy convencido de que un buen comienzo es dejar de fragmentar el ámbito profesional de la vida personal. En nuestro tiempo, en esta compleja era que nos ha traído profesionales maravillosos como los millennials, por ejemplo, entender esa integralidad es más útil que nunca. El llamado es a reconocer cada día más el valor humano, no desde el discurso, sino desde la práctica. A evitar que el trabajo socave todo lo demás.