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La generación de reportes estandarizados y comparables genera confianza, mejora la gestión y alimenta el debate público. Por eso, estándares como el GRI son claves para avanzar en transparencia.
Un Estado con una sociedad civil débil es un Estado débil: las organizaciones de la sociedad civil son las que verdaderamente conocen las realidades y lógicas locales, dan el primer paso en la identificación de las problemáticas sociales y ambientales, se adelantan a los retos del futuro y proponen soluciones innovadoras. La sociedad civil actúa primero y después el Estado lo vuelve políticas. Sin embargo, en Colombia la sociedad civil es considerada como un enemigo a enfrentar y no como aliadas para avanzar, por eso su labor y rol son generalmente invisibilizados.
Una razón para esto puede ser el desconocimiento frente a lo que hacen, cómo funcionan y las transformaciones que generan. Organizaciones con trayectoria e impacto, clubes sociales, fundaciones empresariales y ONG del político de turno, son consideradas iguales y medidas bajo el mismo rasero. Eso se refleja en los recientes intentos por combatir la corrupción y las llamadas “organizaciones de garaje” a través de regulaciones que aplican por igual a todas las organizaciones sin ánimo de lucro (como el Decreto 092 de Ministerio de Hacienda y el registro Esal de la Dian).
Estas decisiones de política tomadas desde Bogotá y desconociendo las realidades locales están debilitando a la sociedad civil colombiana. Se está acabando con las organizaciones de la sociedad civil que realmente trabajan en el territorio pero que no tienen el músculo financiero para cumplir con las nuevas reglamentaciones, y aún se está debilitando a las más grandes que han tenido que renunciar a muchas de sus iniciativas por las altas exigencias de contrapartida en físico que requieren y que muchas no tienen. Entonces, poco a poco los proyectos y organizaciones van desapareciendo, y con ellas sus impactos transformadores en los territorios.
Como el Estado y la sociedad no han logrado distinguir entre las organizaciones con impacto y las organizaciones de papel, es la misma sociedad civil quien debe ser proactiva en diferenciarse, demostrar su importancia y evidenciar su rol como aliadas del desarrollo. Reportar su gestión y sus impactos como un ejercicio de transparencia que refleje la buena utilización de los recursos y prácticas de gestión, la trayectoria de sus proyectos y los impactos positivos que generan, es la mejor manera de diferenciar entre las organizaciones que generan verdaderos impactos positivos y las que no. Es a través de reportes y de la transparencia que reflejen realmente la realidad de cada organización y no a través del rasero miope con que la normativa evalúa a la sociedad civil, para que las empresas, la cooperación internacional y el mismo Estado deben decidir con cuáles organizaciones trabajar.
La generación de reportes estandarizados y comparables generan confianza, mejoran la gestión y alimentan el debate público, por eso estándares como el GRI son claves para avanzar en la transparencia y visibilización de la gestión y los impactos positivos de la sociedad civil. Los informes GRI no son de uso exclusivo de las empresas sino que han sido creados como una estrategia para dar mayor consistencia y credibilidad a la información que reportan organizaciones de cualquier tipo. Es por esto que constituyen una herramienta muy valiosa para la sociedad civil en sus esfuerzos por demostrar y resaltar sus capacidades, gestión y resultados. El reto y la invitación está en encontrar estrategias para que sean cada vez más las organizaciones que reporten.