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La semana pasada la junta del Banco de la República adoptó una decisión acertada y pertinente, al rebajar, por séptimo mes consecutivo, la tasa de interés, la cual llegó al mínimo histórico de 1,75%. Dicha decisión, que tiene efectos sobre la política macroeconómica, debe trasladarse a los ciudadanos de a pie, aquellos que se han visto gravemente afectados por la crisis desatada por la pandemia.
En momentos críticos como el actual, es necesaria la audacia, en contraposición a la ortodoxia. A la gente hay que darle la oportunidad de reconstruir sus fuentes de ingresos. Aquí no hay que pensar en los grandes industriales, que cuentan con el músculo para recuperarse, sino en los pequeños y medianos, que han sido los que han tenido que cargar sobre sus hombros con la peor parte de la tragedia que nos agobia.
Son esas las empresas que generan el grueso del empleo en el país, y por ellas tenemos el deber de trabajar a brazo partido, en procura de su recuperación.
Colombia nunca había padecido una crisis tan grande como la que hoy nos fatiga. La economía, a pesar de las dificultades y amenazas que siempre ha tenido que soportar nuestra democracia, había sido estable.
Desde 2002, cuando empezó la implementación de la “Seguridad Democrática” como elemento fundamental para la generación de confianza inversionista, nuestros indicadores mejoraron dramáticamente. Ahora, nos corresponde emprender una tarea semejante.
Afianzar la seguridad, combatir los focos de violencia, enfrentar al narcotráfico con la ardentía que corresponde y darle un fuerte empujón a la reactivación económica, sin abandonar las acertadas políticas sociales que se trazaron e implementaron durante la fase más crítica de la pandemia.
La banca privada, esa misma que está en la mira de la extrema izquierda, corriente política que, de acceder al gobierno procederá a su estatización, no sin antes imponer medidas extremas como la condonación de deudas, sabe que, si la economía no despega, ella será la gran perjudicada. Entonces, y en aras de darle un “estartazo” a la reactivación económica, ¿por qué no pensar en la reducción de las tasas de interés, llevándolas lo más cerca posible al 0% durante un periodo de tiempo limitado?
No se trata de caer en la irresponsabilidad de bajar todas las tasas. Creo, eso sí, que el consumo también debe recibir estímulos. Pero, en lo que se refiere específicamente a créditos para empresas o para la compra de vivienda, el sector financiero, con el apoyo decidido del Estado -todos tenemos que meternos la mano al bolsillo- debe apuntarle certeramente a la reducción de requisitos y de tasas.
El Gobierno, así mismo, puede salir a buscar alternativas en la banca internacional, tramitando empréstitos para inyectarle una buena dosis de capital a nuestro marchitado sistema. Entiendo que los endeudamientos son siempre arriesgados, pero las circunstancias actuales así lo ameritan.
Con una economía revigorizada, un consumo reactivado y con la gente pudiendo trabajar, tarde o temprano aparecerán los recursos para cumplir con los compromisos financieros adquiridos. No hacerlo significará continuar en estado de postración, registrando minuto a minuto el cierre de más empresas, con el consecuente aumento de la tasa de desempleo.