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Somos consumidores de muchas cosas, muchas veces inconscientes porque no nos percatamos de que vivimos en permanente momento de consumo, y nos acostumbramos a verlo como un acto relacionado con la moda, la alimentación y los viajes; pero también consumimos contenido en todas sus formas, en lo social, la música que escuchamos, lo que leemos, la religión o la espiritualidad… el consumo siempre está presente en nuestro día a día nos cueste o no dinero.
Consumimos optimismo o negativismo de manera inconsciente y casi siempre culpamos a los productores de los mismos de hacerlo bien o mal pero poco nos responsabilizamos de nuestros propios actos.
El mundo transaccional lleva implícito la presencia de dos actores fundamentales: organización-consumidor. Tanto el uno como el otro tienen la potestad de ser responsables desde su rol. En términos sostenibles: respetuosos. Y para explicarlo un poco mejor y con una situación actual planteo la siguiente pregunta, ¿existe el reguetón sostenible?
Se estarán preguntando, ¿qué le pasó a Adriana? ¿se chifló del todo? Y ahora nos viene a hablar de sostenibilidad en la música y justamente en el género del reguetón, algo difícil de entender. Será que, ¿la música también contamina el planeta?
Mi respuesta es que si usted ha leído un poco mis columnas o conoce la base del concepto de sostenibilidad, entenderá que todo, absolutamente todo lo que consumimos hoy en día es susceptible de aportar a la sostenibilidad del planeta. Elegí el reguetón para esta columna, me gusta y disfruto de este tipo de contenidos, pero soy selectiva sobre todo porque tengo hijos y sé a qué contenido los estoy exponiendo. Recientemente hubo un escándalo público en este gremio que me puso a pensar un poco sobre consumo responsable.
Empecemos por mencionar que no existen géneros musicales sostenibles como tal, y la verdad, no creo que sea algo muy divertido ni para un artista ni para un consumidor. Pero si existe la posibilidad de ser un artista comprometido con la producción de un contenido musical responsable desde el punto de vista de la sostenibilidad social.
Tener en cuenta el impacto de lo que se compone y proyecta en un contenido audiovisual en la vida de los seguidores y producir pensando en lo que se quiere influenciar y despertar en las personas, es sin duda un pensamiento sostenible que hasta ahora reina por su ausencia en muchos artistas. Ahora, muchos dirán, pero Adri el “perreo”, “sandungueo”, las drogas y el alcohol son componentes básicos de este género. Sí, pero es hora de que consumidores demos la vuelta a la página y consumamos con responsabilidad, activemos la ley de oferta y demanda y seamos actores que impulsemos el cambio.
Finalmente, somos quienes tenemos el poner absoluto de hundir ese botón que da play a una lista de reproducción o a un video en YouTube. Invertir la ecuación y dar un giro hacia una demanda de contenidos cada vez más sostenible, repito, desde lo social, es la varita mágica que tenemos los seres humanos para cambiar el mundo con pequeñas acciones.
Hasta ahora no he dicho una sola palabra de lo ambiental y si lo hago aquí me quedaría dando palo al respecto, pero claramente la música puede ser producida y consumida desde lo sostenible ambiental, social y económico.