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¿Conversamos o peleamos? Así comienza la reflexión de César Fernández en su canal de YouTube, en la que habla sobre la calidad de las conversaciones y la diferencia que existe entre desarrollar ciertas habilidades de comunicación -como la de hablar en público- sobre las de saber comunicar o sostener conversaciones de calidad.
Comprender que las conversaciones sirven para avanzar y crear nuevos horizontes nos cuesta, pues creemos que son el escenario perfecto para ver quien gana la batalla, lo vemos muchas veces como un ring de boxeo, en el que se exponen dos verdades absolutas -en la que una de las dos debe ganar-.
De una conversación profunda nace una nueva mirada y se logra derivar en lo que el mencionado coach denomina las conversaciones innovadoras, que no son otra cosa que preguntarse a uno mismo, si en realidad nos estamos dando el permiso de sostener nuevas formas de conversaciones o si acaso lo estamos haciendo bajo el mismo modelo de años atrás.
En mis diferentes tipos de relaciones me he podido dar cuenta de que cada quien habla desde lo que lleva adentro, desde sus juicios, ideales y creencias. Conozco poca gente que se atreve a tener conversaciones innovadoras que le impliquen moverse de sitio, salir de la caja, cambiar su mirada, y ponerse en el lugar del otro. Nos cuesta porque nos enseñaron que conversar lleva implícito a un ganador y a un perdedor y que este es solo un espacio para la disputa, la imposición y la derrota.
¿Cómo estamos conversando? ¿Qué le estamos enseñando a nuestros hijos sobre esta práctica? ¿Cómo aprovechamos estas oportunidades para evolucionar, aprender y crear confianza? ¿Respetamos al otro abriendo verdaderos espacios de comunicación y escuchándolo?
Sentirnos escuchados y escuchar al otro, no solo desde lo que dice con palabras sino desde lo que transmite con sus emociones, sus miradas, sus silencios y todos sus gestos también comunica. El acto de conversar es para muchos el escenario propicio para herir y dañar relaciones en vez de evolucionar hacia la innovación, la construcción y el fortalecimiento de las mismas.
¿Cómo sería si hablamos desde el acto propositivo y resolutivo? ¿Cómo sería si eleváramos propuestas y no juicios? Indagar para generar confianza en el otro, pues escucharlo permite crear nuevos horizontes donde a veces parece que no hay un camino. En definitiva y como lo plantea Cesar Fernández, una conversación sana nos permite tener el control de nuestras emociones, de lo que comunica nuestro cuerpo y de cómo me estoy mostrando desde mi ser.
“Siento las cosas distinto cuando las digo”, Anna Frank nos invita a hacernos cargo de nuestras conversaciones de manera responsable. Pensar y sentir antes de hablar es la clave de una conversación innovadora en la que podamos ver con profundidad el ser del otro y no creer sólo en nuestra verdad.
El arte de conversar de manera innovadora aplica tanto para la vida como para los negocios en pro de construir relaciones sostenibles.