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“El tiempo es gratis, pero no tiene precio. No puede poseerlo, pero puede hacer uso de él. No se puede guardar, pero se puede gastar. Una vez que lo has perdido ya nunca se puede recuperar..” – Harvey Mackay
Insisto en que hablar de sostenibilidad no es solo hablar de medio ambiente, programas sociales y economías circulares. Hablar de sostenibilidad va mucho más allá y empieza por el individuo que gestiona sus emociones y gobierna su mundo interior para sostenerse a sí mismo y por tanto, al planeta.
Vivimos en una permanente prueba contrarreloj y es paradójico el poco valor que le damos al tiempo aún sabiendo que es de los recursos no renovables más valiosos que tenemos.
Una contrarreloj en pro del sostenimiento del planeta que no da tregua pero también una contrarreloj contra la vida misma que tampoco da espera y que debemos aprender a administrar como lo que es: un recurso no renovable.
Nos damos el lujo de vivir en la “atemporalidad” del pasado y del futuro y nos perdemos de vivir en el aquí y en el ahora. Desperdiciamos con esto uno de los recursos más importantes que tiene el ser humano que entre otras no se puede ni reutilizar ni mucho menos reciclar. Tristemente lo reducimos y lo desechamos al máximo como si proviniera de una fuente inagotable de segundos y minutos.
Desechamos el tiempo en los “contenedores” equivocados como si se tratara de un objeto de consumo rápido…a la bolsa negra va a dar en nuestro día a día de manera inconsciente. Paradójicamente lo tratamos como aquel elemento que ya más nunca podrá ser útil y que consideremos basura. Si no lo sentimos así, al menos sí lo administramos como tal muchas veces en la vida.
“Vivimos” la vida desperdiciando el tiempo por medio de excusas inútiles como el “exceso de trabajo”, como si esto lo convirtiera en una suerte de recurso renovable y aliviara todas nuestras culpas. Se nos pasa el tiempo pensando en que lo podemos recuperar posteriormente, quizás reciclar o reutilizar y no comprendemos que tras su pérdida irrecuperable se desdibujan los valores del compartir en familia, el lujo de ver crecer a un hijo, de acompañar a los padres al final de sus vidas, de trabajar por el planeta, de emprender un proyecto, de cultivar nuestro bienestar y mucho menos lo aprovechamos para trabajar en nuestra felicidad que en últimas es lo que verdaderamente hace que sostengamos al planeta.
Recordemos que para sostener el planeta tenemos ciertos recursos y el tiempo es uno justamente no renovable así como nuestro mundo interior no es renovable sino se trabaja día a día para hacer del planeta un lugar mejor y más habitable, tan habitable como tu mundo interior.
Eso tan simple que nos regala la vida cada día es vital para poder hablar de sostenibilidad y eso tan simple muchas veces no lo entendemos, nos vamos por las ramas, saltando por encima de nosotros mismos para sentirnos dueños y amos de un planeta con el que nos enfrentamos día a día en una carrera contrarreloj.
Michael Gerber dijo una vez que el “tiempo es sólo otra palabra para vida.” Esto nos invita a pensar en la vida como en una especie de cuenta bancaria con un saldo de tiempo “limitado”.