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Analistas 07/02/2023

¿La reputación es sostenible?

Adriana Gutiérrez Ramírez
Gerente de Bloom Ecoworking
Adriana-Gutiérrez-Ramírez
La República Más

En una sociedad interconectada por la esfera digital, el sostenimiento de los valores en público se configura muchas veces en un reto que a pesar de las buenas y sostenidas acciones en el tiempo, entran a ser “carne de cañón” para los envidiosos, quienes muchas veces con sus dedos (su arma más destructiva) y con la inmediatez de un clic -sin el más mínimo escrúpulo-generan comentarios o contenido audiovisual calumnioso que se vitaliza y crece como arroz en la gran olla de las redes sociales.

Las organizaciones de muchas, de pocas o de una persona tardan años y años en construir una imagen favorable. Quienes construimos marca sabemos lo que esto implica y los recursos que se invierten en su establecimiento. Trabajar en pro del buen nombre no solo corresponde a teorías mercadológicas, es un concepto simple que hasta el derecho en Colombia ampara como fundamental de todas las personas.

Sin ir muy lejos y desde de la realidad, veamos cómo en la rutina de una madre de familia se configura el buen nombre. Todos somos o conocemos una ama de casa que día a día construye una imagen “favorable” ante sus hijos, esposo, familia y sociedad. Esa madre de familia que madruga cada día a organizarlos para que vayan al colegio, esa mujer que luego se queda en casa pendiente de las tareas del hogar o que sale a trabajar para mejorar el bienestar de su familia, esa mujer que garantiza que los alimentos no falten en la mesa,
esa valiente llena de sueños y energía que va y viene entre el hogar y su trabajo para armonizar su vida, esa mamá que lleva sus hijos al médico, al sicólogo, a natación o a fútbol, les prepara la cena, les ayuda a realizar la tarea, les da ejemplo y amor minuto a minuto. Pequeñas y rutinarias acciones que configuran a través del ejemplo una reputación y un buen nombre, una imagen que muchas veces es vulnerada por cualquier comentario injustificado, por un marido celoso o por el juicio de valor de un tercero.

Vivimos en una sociedad machista y encolerizada que descarga toda su ira en las redes sociales. Hombres y mujeres que a la distancia de un clic y con la emoción de un momento tiran al traste todo este trabajo de imagen de marca o personal.

Quienes empleamos mujeres, trabajamos en el mundo del marketing y de las relaciones corporativas reconocemos la importancia que tiene para una persona de cualquier estrato socio económico y en el mismo sentido para las organizaciones, el establecimiento del buen nombre. Mantenerlo fiel a ese trabajo arduo y permanente es algo que lleva tiempo pero que sin duda, se construye a punta de esfuerzo y de buenas acciones.
Las redes sociales y una vida social o laboral de amplia exposición nos vuelve vulnerables de ataques y de personas que por emociones transitorias o falsos juicios con la rapidez de un touch arrasan con años y años de construcción de un buen nombre o en el caso de los marketeros como yo, la famosa reputación de marca.
Por suerte existen las leyes comerciales y en nuestro país, la constitución política en su artículo 21 garantiza el derecho a la honra y señala la forma de su protección.

Pero ¿qué tan fácil será reconstruirla una vez es afectada públicamente? ¿Qué tan sostenible es la
Reputación? Pensar antes de hablar o escribir es un ejercicio que no debería faltar a quienes tienen el arma de la opinión encendida sin filtro y con odio en las redes sociales.

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