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Slow fashion es quizás el concepto más acuñado y conocido cuando hablamos de sostenibilidad. Eso sucede simplemente porque nos vendieron y nos creímos la idea de que la moda es uno de los sectores o prácticas más contaminantes en el
planeta, pero nos quedamos cortos al pensar que hasta ahí llega el asunto.
Hoy en día también el slow food toma fuerza entre algunos movimientos pero nos sigue costando entender que la contaminación y la falta de sostenibilidad en nuestras vidas vienen dadas justamente por la contaminación que hay en nuestra cabeza, en nuestros pensamientos, en nuestras relaciones, en nuestra casa y en nuestro físico.
El movimiento slow en el mundo aboga por recuperar el ritmo natural de las cosas y en definitiva todo arranca desde nuestro interior…pasando por nuestro espacio, entorno y familia. En el momento que seamos autosostenibles como individuos es entonces cuando estamos preparados para sostener el planeta mediante prácticas de consumo cada vez más lentas.
“El poder de lo simple” debería pasar de ser una máxima del mercadeo -así como lo planteaba Jack Trout en el libro que lleva su mismo nombre-, sino que en realidad si queremos reducir el consumo acelerado y abandonar ese estilo de vida ajetreado debemos comenzar por llevar una vida simple desde nuestros pensamientos.
Vivir el aquí y el ahora, vibrar en el presente, volver a lo simple, cuidar las relaciones y retirarse lo antes posible del mundo complejo, de la vida tóxica, del consumismo son los primeros pasos para esta gran revolución. Para que esto suceda debemos también desprendernos de manera radical del desorden mental y físico y este último entendido en toda la extensión de la palabra, es decir, en todo lo que implica mantener nuestros espacios ordenados para lograr la calma en nuestras vidas.
Fomentar un estilo de vida lento, en el que nos saboreemos las relaciones, la calma, los amigos, los espacios y la salud supone en primer lugar, agudizar nuestros sentidos y para ello es fundamental deshacernos de la idea con la que muchos fuimos educados de que es mejor pensar que sentir.
En el mundo del mercadeo sabemos que las decisiones de compra de los consumidores están definidas en gran parte por sus emociones. Nuestra misión es formar mercados sensibles, conscientes y capaces de ver la vida y el consumo de manera simple y sostenible, que le permita al consumidor sentir el verdadero placer de la vida.
Sentir más allá de pensar… ¡esa es la clave slow!.