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A partir de la expedición de las normas que permiten el cultivo de cannabis y la producción de sus derivados con fines medicinales, Colombia se ha convertido en el epicentro del tema, no solo por la avezada decisión, si no por la participación del cupo para el abastecimiento mundial que hoy alcanza la muy importante cifra de 44% de la producción autorizada por la Junta Internacional para la Fiscalización de Estupefacientes (Jife), es por esto que nos cabe, por una parte un compromiso de responsabilidad con el manejo de un producto que pasa a la legalidad, y que permanecerá en observación hasta que sea generalizado su uso, por otra parte un compromiso con la demanda mundial, a la cual se deberá cumplir con estándares de calidad para que a su vez las farmacéuticas obtengan los mejores resultados para ser competitivos con las medicinas que pondrán al servicio de los pacientes, quienes en últimas serán los beneficiados.
En cualquier escenario de negocios de este país, pequeños y grandes empresarios han visto en este nuevo “commoditie” la oportunidad de generar valor agregado a la economía personal y por supuesto al PIB, de allí que hayamos visto un sinnúmero de eventos y ruedas de negocios en donde se han hecho presentes tanto los conocedores del negocio como los “master grower” mas experimentados. Por lo anterior, es grande la responsabilidad que nos cabe a todos, empresarios y Gobierno, en esta fiebre por el negocio legal de la marihuana si no se hacen los ajustes en los requisitos para acceder a las licencias, pues los colados que ya están, buscarán por la via de lo legal, seguir en el negocio oscuro del narcotráfico, hay que tener mucho cuidado. En el negocio del cannabis medicinal cuenta mucho lo ético, la responsabilidad con la industria que transformará la farmacéutica y la economía mundial, debe ser el compromiso.
El mercado se ha inundado de licencias gestionadas por personas que lo hicieron solo con el ánimo de “comercializar” con las mismas, con cero investigación, solo han reunido unos papeles para el trámite de licencias sin un propósito real de participar en el comercio o la industria farmacéutica, han inundado las oficinas de los funcionarios de los ministerios de Salud y Justicia, responsables de estudiar la documentación requerida, de “tratados” y tesis de grado, como si con la presentación de mas documentos que los solicitados se hacen mas importantes para conseguir la aprobación del anhelado documento. Es el momento de invitar a las autoridades a replantear tanta licencia concedida sin saber donde va a parar el mercado persa de licencias. Incluso varias universidades se han prestado para que particulares tramiten licencias con fines de investigación en las que ellas han perdido el control y no saben que pasa después.
En medio de los múltiples requisitos para tramites de licencias, no hay uno que exija demostrar el origen de los recursos o bienes que serán utilizados en el desarrollo de la industria del cannabis medicinal, una carta firmada bajo la gravedad del juramento que los recursos destinados para el proyecto son de origen lícito, en este caso no garantiza que así sea, hasta los mensajeros que tramitan las licencias se les debe hacer sarlaft, lo mas seguro, detrás de muchas licencias que se tramitan hay personas que se ocultan para desde lo legal amparar lo que tendrá otros fines. El Gobierno, creo, no tiene la capacidad suficiente para ejercer el control que esta industria necesita, no vaya a ser tarde en unos meses.
Hay que destacar los avances y la seriedad con la que muchos empresarios y emprendedores colombianos han asumido este reto, dando muestras de que esto es con seriedad, mostrando la credibilidad para que hoy hayan llegado un número significativo de inversionistas y con el anuncio del arribo de muchos otros que ven en la industria del cannabis una posibilidad inmensa después de los altibajos en los últimos años de la industria minero energética, pero no vaya a alejarlos o a enturbiar esta gran oportunidad para Colombia la ausencia de requisitos que permitan que las licencias sigan quedando en parte en manos de quienes buscan otros objetivos diferentes a los del propósito empresarial-científico. Esta industria que nace con tanto ímpetu debe nacer repensada, blindada de cualquier circunstancia que la vaya dejar a mitad de camino, y no que tenga que repensarse cuando ya sea tarde.
Quienes hemos creído que a partir de la legalización del cannabis con fines medicinales se puede aportar demasiado a la cura de muchas enfermedades, tenemos la responsabilidad de poner la producción de los derivados del cannabis en el punto que exige la salud. Las universidades desde sus centros de investigación deben hacer lo mismo, asumir igualmente su compromiso para sacar el mayor provecho de una planta que milenariamente y en la sabiduría ancestral indígena. En Colombia y en muchos otros países latinoamericanos, toda persona tiene una anécdota de un familiar o conocido que ha acudido a las “unturas de marihuana” en todas sus modalidades, consiguiendo los mejores beneficios, esto va más allá de la idolatría a la “mata”. Las investigaciones científicas revelan sus beneficios, circunstancia a la que el Gobierno debe abrir las puertas y ser claro con la norma para que centros de investigación y universidades lideren desarrollos que conlleven a sacar el mayor provecho del cannabis.
Como bien lo dije atrás el cannabis se proyecta como un exótico “commoditie” que entra al portafolio de la economía colombiana, en el convencimiento que la hará repuntar, cosa que nos obliga a pensar en hacer lo mejor desde el punto de vista científico y empresarial, hoy empieza una revolución en la medicina como cuando aparece la penicilina, para lo cual esperamos del gobierno más eficiencia y transparencia en los trámites , que sean abiertos para evitar que las demoras en los trámites abran las puertas a la corrupción y de esa manera regular el acceso a las licencias para bien de la floreciente industria del cannabis.