MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Prensa Ibérica
15 de marzo de 2025
Hasta Cartagena de Indias llegaremos para “entregar ciertos mensajes, disolver ciertas frágiles certezas y dejarnos en el desamparo de inconfesables perplejidades”. Ojalá nuestras palabras, los abrazos en el reencuentro fraternal nos permitan, como la insistente lluvia “reunida en alegres torrenteras”, lavar toda la miseria de nuestros días, toda la crueldad, el hambre, el delirio, la sorda y mezquina furia”. Que todo se lo lleve la lluvia hasta que nos quedemos sin otra cosa que nos separare del aire viajero, “que el agua transparente que cae de lo más alto del cielo” o de nuestras intenciones, nos descubra en la libertad que nos ha reunido ya en ocho ocasiones históricas
No es todo lo que quería decir. Ni siquiera he comenzado. Lo cual, desde luego, no importa. “Con usted, admirado Álvaro Mutis, no es necesario decir las cosas porque ya las sabe desde antes, desde siempre”, incluso desde cuando la inteligencia artificial no era sino un espejismo de irrealidad, casi imposible de imaginar incluso por los que inventaron la realidad mágica. Y todo en tiempo de la renombrada globalización, “o sea -en sus palabras-, que no seamos nada, cuando quieren que seamos todos los mismos, es ser nada.” Mutas, mutante, Mutis. Es una broma, claro.
Avanzamos sin que sepamos hacia dónde, quizás hacia los espurios intereses de no se sabe quiénes, aunque los intuyamos tras fantasmagóricas corporaciones y apellidos monosilábicos; Trump, Musk, etc. “Maqroll lo decía igual pero de otra manera. Decía: “La caravana agota su significado en su mismo desplazamiento. Lo saben las bestias que la componen, lo ignoran los caravaneros. Siempre será así.” Y llegaremos hasta donde no siquiera se intuye, para intentar justificarnos con palabras los unos de los otros: los conquistados por consolarnos, los conquistadores para justificar el porqué de tanta avaricia. Entre todos destruiremos la magia de sabernos humanos y de haber consolidado culturas, tradiciones, puentes de progreso hacia un bienestar utópico a veces, pero casi suficiente si nos conformamos con respetar al otro.
Es verdad Álvaro, tú lo has dicho: “Es un lugar común hablar sobre cómo el colonialismo envilece por igual al colonizador y al explotado.” Quizás el drama intuido estaba prescrito por tu genialidad intuitiva: “Nosotros somos de una tierra determinada con un pasado, con un destino que nos marca. Borrar eso es borrar nuestra condición humana”. “A mayor lucidez mayor desesperanza y a mayor desesperanza mayor posibilidad de ser lúcido”. “Acéptelo o no, el mundo ya es una lección. No hay que aceptarla o rechazarla. Hay que irla asimilando, integrando a tu ser, conociendo mejor para que forme parte de tu pensamiento.” En ello radica la belleza, lo hermoso, cuanto nos justifica como individuos, como tribu, como civilización.
Álvaro, lo sabías: “Después de tantos años de travesía por el mundo, sé que el antídoto contra el desaliento se cifra en la amistad, el amor... y la poesía”, la misma que “revela al hombre la verdad sobre sí mismo.” Y quizás eso mismo fue lo que en la dedicatoria de su novela “El general en su laberinto”, le llevó a Gabriel García Márquez, a deslizar una frase que ha dado lugar a numerosas especulaciones: «Para Álvaro Mutis, que me regaló la idea de escribir este libro». Quizás tú sabías que era a él a quien le correspondía escribir lo que tú bien conocías, y le ofreciste tu generosidad.
“No hay que pasarse de listo con el mundo”, nos adviertes. “El que es listo es el mundo, eso nunca hay que olvidarlo”. Asiento, y recuerdo contigo, lo que le oíste decir a la poeta argentina María Negroni hace tiempo, un verano: “La escritura es siempre más inteligente que nosotros.” Hay que aprender pues a aceptar las cosas como se nos van presentando, a saber que nada finalmente es grave, y que las palabras pueden ayudarnos a contar el mundo, incluso a hacerlo con amabilidad en sus peores horrores, hay que denunciarlos sí, pero con cortesía e inconformismo, con susurros y con gritos suaves, con diplomacia, siempre intentando que las armas callen. Hay que buscar el placer de leer con goce aun en medio de profundas sospechas de fracaso, entre el escepticismo resignado del que sabe la verdad y que pese a saberla es capaz de hacer un hueco a la felicidad, aceptándose a sí mismo y en sus circunstancias, mientras conjura y destruye el miedo en el que vive como miembro de una “especie que falló como especie”.
“Que te acoja la muerte con todos tus sueños intactos.” Es uno de tus conjuros como chamán de las palabras. Ese es la manera de “(...) Prolongar la soledad sin temor al encuentro con lo que en verdad somos, con el que dialoga con nosotros y siempre se esconde para no hundirnos en un terror sin salida”.
Siguiendo tu consejo, por unos días intentaremos extraer de Cartagena de Indias la lección de no mezclar la miseria con los asuntos de cada día, y aprenderemos a guardarla como abono para cultivar el lino con el que tejer la biografía de nuestros testimonios sobre el planeta azul, con voz de verdad contrastada y creíble, recurriendo a los secretos repliegues de nuestras caligrafías historiadas. Seremos así testimonio fiel de la crueldad de la que hemos sido capaces, de la bella intención de no herir más allá de lo necesario, sin renunciar a la denuncia, acompañando a los valientes, conscientes de la necesidad de contar sin rencor ni crueldad, si es posible distrayendo la memoria a lo inocentes, pero no olvidando, todo para resguardar el precario equilibrio de nuestros días.
Como periodistas somos conscientes de “saber que, a veces, nadie escucha a nadie. Nadie sabe nada de nadie. Que la palabra -ni digamos ya las redes o la IA-, ya, en sí, es un engaño, una trampa que encubre, disfraza y sepulta el precario edificio de nuestros sueños y verdades, todos señalados por el signo de lo incomunicable.” Pero nuestra vocación es poderosa, disponemos de mucho, al menos de la decidida voluntad de entregar hasta la última gota de nuestros tinteros, de nuestra sangre si preciso fuera, para poner al día al mundo de sus propios males y tratar así de evitar otros mayores.
“Ahora, lo importante es aprender a ver, llegar a saber ver, ver todo: las cosas, las personas, el cielo, los montes, el mar y sus criaturas. Todo lo que vemos esconde siempre una parte, la deja en la sombra. Allí hay que llegar, iluminar, descubrir, descifrar”. Aquí estamos, en Colombia, dispuestos a decir lo que otros hubieron querido que callemos.
Y, como gallego de Galicia, termino con tus palabras en uno de los más hermosos poemas que se pudo escribir al apóstol Santiago, tu Nocturno en Compostela, “con esas palabras simples con las que se hace presente la verdad”: “Sí, todo está en orden, todo lo ha estado siempre en el quebranto y terco corazón de los hombres”. Por eso somos en esencia periodistas, porque somos y queremos ser ante todo humanos y sensibles.
Lo he dicho. “No es todo lo que quería decirle. Ni siquiera he comenzado. Lo cual, desde luego, no importa. Con usted no es necesario decir las cosas porque ya las sabe desde antes, desde siempre.” Muchos besos y toda la nostalgia de quien le extraña mucho.
Alberto Barciela
Periodista
Director del VIII Congreso de Editores Europa América Latina Caribe.
En 2017 Colombia nos acogió con calor, color y cariño en el III Congreso de Editores, entonces escribí un artículo a Gabo que me gusta evocar en vísperas de nuestro ya VIII Congreso