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Me cuenta un colega que ya 20 de los 23 comités encargados de discutir la entrada de Colombia a la Ocde, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, despacharon la solicitud del país para volverse miembro pleno de esta renombrada organización internacional. Solamente queda la discusión de los otros tres comités. Después de eso, según entiendo, Colombia podrá ser catalogada como miembro pleno de la Ocde, siendo el tercer país latinoamericano en entrar a este selecto club de países, de la mano de México y Chile.
Comienzo diciendo que estoy totalmente de acuerdo con la lógica detrás de buscar la integración de Colombia en este ente multilateral. Apoyo inequívocamente la idea y el deseo de la administración Santos de que Colombia llegue a ser parte de este selecto grupo de 34 países que tienen el honor de ser miembros plenos de la Ocde, organización de inmenso renombre internacional cuya creación se remonta al final de la Segunda Guerra Mundial, y cuyo génesis se debió a la intención de institucionalizar las “buenas prácticas” económicas entre 18 países del hemisferio occidental.
Colombia debe llegar a ser miembro pleno de este grupo de países porque las naciones que son parte de la Ocde son, por definición, países que los analistas e inversionistas definen como países previsibles. Los países de la Ocde respetan las reglas de juego establecidas para la inversión, son países que respetan los derechos humanos, y son países que aceptan que la economía de mercado es el mejor sistema económico que existe para lograr crear sociedades más pujantes y más justas.
Es un mito que la Ocde busque homogeneidad en las prácticas económicas. Javier Santiso, otrora economista jefe de esta entidad multilateral, siempre lo argumentó muy claramente durante su gestión. Lo importante de las políticas económicas que se implementan alrededor del mundo para fomentar el desarrollo económico no es que sean uniformes. Lo importante es que estas políticas sean consistentes, que sean lógicas, y que respeten a rajatabla la necesidad que tienen los países de mantener un sistema económico estable basado en reglas de juego claras para la inversión y en una total estabilidad financiera.
Estabilidad financiera implica que los bancos tienen que ser rentables e independientes de la presión politiquera. La estabilidad financiera también depende de la existencia de una inflación baja, mejor dicho, depende de que se respete la independencia de los bancos centrales, y la estabilidad financiera es imposible de conseguir a menos que exista estabilidad y credibilidad fiscal. La Ocde no endosa las políticas de crecimiento que se basan en la ilusión de la impresión de dinero o en la falsa calma social que existe bajo la contratación superflua de empleados públicos.
Una membresía en la Ocde puede ayudar a incrementar materialmente la reputación de Colombia como país serio entre los actores externos. Ser miembro de la Ocde implicará, obviamente asumiendo que los colombianos no caemos en una trampa populista en las elecciones presidenciales de 2018, más y mejor inversión para Colombia, y más y mejor reputación de Colombia en los mercados internacionales. Como todos sabemos, o deberíamos saber, por lo menos, entre más inversión llegue al país, menor será la pobreza. Y entre menor sea la pobreza, menor será la injusticia, menor será la violencia, y mejor se verá el futuro para las nuevas generaciones.