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Estos primeros meses de la administración Petro han sido todo menos rutinarios. Durante la campaña el hoy presidente Petro anunció que si ganaba la elección presidencial iba a “transformar” a Colombia en “una potencia de la vida”. Creo que ha cumplido a cabalidad con su intención de cambiar todo. Obviamente es poco probable que el presidente Petro logre cambiar todo, porque Colombia es una democracia. Pero eso no quiere decir que no haya llegado con toda la intención de tratar de cumplir con sus promesas quijotescas.
Durante la campaña el presidente Gustavo Petro prometió, entre otras cosas, que (1) iba a darle un salario mínimo a todas las amas de casa, (2) que iba a darle una mesada de $500.000 a todos los adultos mayores del país, (3) que el gobierno iba a emplear a todos los desempleados, (4) que iba a construir un tren elevado entre el departamento del Chocó y Barranquilla, pero bajo la premisa de que no afectara la naturaleza, (5) que iba a prohibir la firma de nuevos contratos de exploración petrolera, (6) que iba a repartir tres millones de hectáreas para los campesinos que no tienen tierra y que esas tierras las iba a comprar a precio de mercado con bonos de deuda pública, y (7) que todo sus promesas de gastos se iban a lograr implementar con una reforma pensional y una reforma tributaria que solamente gravara a los 4.000 colombianos más pudientes. Pasados ya dos meses largos desde el inicio de la administración del presidente Petro, podemos argumentar que muchas de las promesas de gasto ya fueron desechadas, por obvias razones. El ministro Ocampo se ha ganado la calificación de ser el “adulto de la fiesta” por su actitud relativamente responsable en medio de un bacanal de demagogia. Pero el presidente Petro ha doblado la apuesta en otras de sus promesas de campaña, y ha “soltado globitos” con otras ideas nuevas que tienen efectos muy dañinos en la estabilidad macroeconómica.
Nombro unos cuantos puntos: (1) no cumplir con la regla fiscal, pues esta regla no le permite al gobierno cumplir con sus promesas de campaña; (2) implementar controles de capital “temporales” a los capitales golondrina para evitar que el UsdCop pierda más valor; (3) comprar 3 millones de hectáreas de tierra con bonos de deuda pública, una transacción que implicaría la emisión de 60 billones de pesos adicionales en TES; y (4) crear una coalición de países “soberanos” que logren combatir a la Reserva Federal (Banco Central de EE.UU.), entidad que, según Petro, busca destruir la estabilidad macroeconómica del mundo emergente. Hace dos semanas se celebraron las reuniones del FMI en Washington. Ese evento es quizás el más importante del año para los mercados emergentes, ya que todos los gestores importantes del mundo se encuentran en las reuniones que organizamos entidades que van desde XP Investments, mi empleador, hasta JP Morgan, Goldman Sachs, Itaú y Bank of America, por nombrar solo algunos. Como se podrá imaginar el lector, el nivel de interacción que ocurre en estos eventos es muy significativo, y gracias a eso se toman decisiones de inversión muy relevantes. El ministro Ocampo fue a Washington con la intención de vender confianza y estabilidad en las reglas de juego. Desde el jueves de la semana pasada la tasa de interés del bono de 10 años de Colombia en pesos pasó de 13,4% a 15,24%. La razón detrás de la violenta destrucción adicional de valor: El anuncio simultáneo del presidente Petro de que la constitución de Colombia es un “enemigo interno”.