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Estuve en Lima visitando clientes esta semana. Para mi sorpresa, uno de los temas de discusión resultó ser la contundente victoria de Javier Milei en las elecciones primarias en Argentina. La razón detrás de la discusión ahora me parece obvia: Perú está inmerso en un limbo político muy intenso en este momento, y existe un nivel extremo de incertidumbre sobre lo que viene en adelante una vez termine el período constitucional de Dina Boluarte.
“¿Será que se puede venir un Javier Milei peruano, Alberto?”, me preguntaron en tres ocasiones diferentes durante mis reuniones. Claramente la clase empresarial del Perú se sentiría muy cómoda con la eventualidad de que surgiera un Milei peruano. Pero la cosa no se ve tan clara, porque, siendo sinceros, la situación macroeconómica del Perú es diametralmente diferente a la de Argentina. Mal que bien Perú continúa gozando de una macro muy estable, y de una economía que pareciera reaccionar ante los cambios en el ejecutivo como lo haría un comensal del común cuando cambian al celador del edificio.
El efecto Milei, el de “que se vayan todos”, es hoy posible en Argentina gracias al desastre que ha dejado el kirchnerismo. Corrupción, violencia, pobreza desbocada, cero acceso al financiamiento para las empresas o para el gobierno, y una población que solo se enfoca en cómo diablos lograr hacer mercado lo más rápido posible para evitar que el poder adquisitivo se disipe aún más.
La eventualidad de una presidencia de Milei no ha sido bien recibida por los mercados internacionales, un evento que me ha llamado mucho la atención, pues las ideas de Javier son positivas para la economía de mercados y para el crecimiento potencial del país. Argentina necesita recortar el gasto público, prohibir de un tajo y sin tapujos la financiación del banco central a la tesorería nacional, reducir las regulaciones, y acabar con el proteccionismo cepalino que no ha dejado nada bueno para el otrora sexto país más rico del mundo. El meollo del asunto es la idea de dolarizar la economía, y la falta de convicción del mercado de que Milei va a tener el pragmatismo de negociar con Juntos por el Cambio una vez gane las elecciones.
Estoy convencido de que el macrismo entrará a un eventual gobierno de Milei, pues las ideas de estos dos bandos son muy similares en seguridad, comercio internacional, y relaciones internacionales. Y porque el palo no está para cucharas, y a menos que se tomen medidas de ajuste YA, la situación macroeconómica de argentina se tornará aún más dramática, y un estallido social de inmenso calibre se tornará inevitable.
La estabilización de la macro de Argentina comienza y termina con lo fiscal. El país gasta mucho, y lo peor de todo, gasta muy mal. La reducción inmediata de los subsidios a los servicios públicos es una necesidad de país, al igual que la aprobación de una reforma laboral y una reforma pensional robusta. Incrementar el superávit fiscal primario ya mismo a niveles signicativos, quizás superiores al 2% del PIB, lograría dos cosas: poner a la deuda contra PIB en una senda de disminución acelerada, y acabar de una vez por todas con esa perversa práctica de monetizar el déficit fiscal. La dolarización debe dejar de ser la prioridad de la política económica. Enterrar al kirchnerismo de una vez por todas debe ser la prioridad. Arreglar lo fiscal asegura eso, avanzar con la dolarización, no.