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Leí en el avión a Buenos Aires la última edición del “China Economic Quarterly” de la consultora Gavekal, en mi opinión la mejor consultora económica del mundo. Arthur Kroeber, el editor general de la revista argumentaba que es el momento de acabar el documento trimestral, pues China es demasiado importante como para seguir teniendo una publicación trimestral, en vez de tener una semanal o una mensual.
Arthur utilizó esta última edición de la revista trimestral para hacer un recuento de la forma en la que ha cambiado China desde 1997. No hay mejor forma que poner la cuestión en números: entre otros, durante los últimos 20 años China ha pasado de (1) generar el 3,1% del PIB mundial en 1997 a generar el 15,4% hoy, (2) ha pasado de explicar el 4,2% de la inversión en capital fijo a nivel mundial a crear el 26,5% de la infraestructura que se crea anualmente en el mundo, (3) ha pasado de manufacturar el 5,5% de todos los productos del mundo a generar el 23,6% de éstos, y (4) China ha pasado de crear el 3,2% de todas las exportaciones globales a explicar el 13,1% de ellas. Quizás el dato más relevante es que en 1997 solo 4 millones de familias en China tenían un ingreso anual superior a los US$20.000. Asumiendo que la familia tenía 3 integrantes, solo el 1% de la población de China era considerada “afluente”. Para 2017, ya China tenía 104 millones de familias “afluentes”. Mejor dicho, ya un estimado de 312 millones de personas en China, el 22% de la población total del país, tienen una calidad de vida comparable a la que tiene la gente en un país de ingreso medio-alto.
Cuenta Arthur que es cierto que Deng Xiaoping fue el líder que dejó organizada la estructura para que se gestara el milagro económico de China. Pero, según Arthur, la verdadera cabeza detrás del milagro chino fue Zhu Rongji, el Premier que tomó las riendas del país en otoño de 1997. ¿Qué hizo Zhu Rongji? Entre otras muchas cosas, Zhu Rongji (1) privatizó la manufactura, (2) permitió que se quebraran miles y miles de empresas públicas no rentables, (3) despidió a 30 millones de empleados públicos, (4) limpió la banca nacional, (5) construyó la primera parte del sistema de autopistas interestatales de China, y (6) privatizó el mercado de finca raíz más grande del mundo, el de China, obviamente. En paralelo, el Secretario General Jiang Zemin cambió la constitución para permitir la participación del sector privado en las telecomunicaciones y la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio. Cuando estos dos personajes abandonaron el poder en 2003, China estaba entrando en el proceso de crecimiento económico más impresionante de la historia de la humanidad. Desde 2003 hasta hoy, el PIB nominal de China ha pasado de valer US$1,6 billones a US$$13,1 billones.
Según Arthur Kroeber, el milagro chino se basa en unos postulados muy básicos: (1) se logró mantener una visión de optimismo a largo plazo; (2) se entendió que es más importante ser “efectivo” que ser “eficiente”; (3) se aceptó que cuando hay un exceso de ahorro en el país se pueden “reprimir” las tasas de interés, y (4) se comprobó que las sociedades pueden a llegar a aceptar el autoritarismo si éste es suficientemente eficiente en proveer servicios públicos básicos y mientras exista la percepción de que hay un interés en combatir la corrupción. Claramente Latinoamérica tiene mucho que aprenderle a este mega tigre asiático.
¡Aprovecho para desearles todo lo mejor a los lectores y a sus familias en este fin de año!