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Nunca me canso de contar esta anécdota en conferencias y en conversaciones con conocidos, porque siento que explica perfectamente las bases de la tragedia populista latinoamericana. No me acuerdo el día exacto, pero era octubre de 2018, y viajaba de Nueva York a la Ciudad de México. Me tocó un 737, el peor avión que existe para viajar de NYC a la Ciudad de México. La cola de inmigración estuvo eterna, y la aduana resultó otro parto similar. Como siempre he dicho, con todo el respeto que me merecen los mexicanos, el Benito Juárez es un aeropuerto que no da la talla.
López Obrador había ganado las elecciones presidenciales, pero no había asumido aún. A pesar de eso, su equipo decidió seguir adelante con una consulta popular para preguntarle a los ciudadanos si se debería terminar la obra del Naim, una impresionante obra de infraestructura que costaba US$13,300 millones y que iba a dejar a la Ciudad de México con el aeropuerto más moderno de todo el continente americano. Un aeropuerto que prometía convertir a la Ciudad de México en la parada de conexión aérea más relevante de América Latina, superando a Panamá. El “problema” es que Carlos Slim era uno de los inversionistas. Volviendo a mi cuento, después de salir del aeropuerto me monté en el Uber y durante la conversación con el conductor le pregunté que cómo iba a votar la consulta. El señor me contestó: “en contra, porque el presidente dice que ese nuevo aeropuerto es malo para México, malo para las aves de migración, y porque afecta las fuentes de agua de la región”.
Gasté la mitad del viaje explicándole al conductor las bondades de tener un aeropuerto moderno, lo mucho que le iba a servir a él porque iba a tener más trabajo, las bondades que implicaba para la economía de México ya que llegaría más inversión, más turismo, y mucho más transporte de carga. En algún momento el conductor me interrumpió y me dijo, textualmente, “señor, claramente usted sabe más que yo, pero ya es hora de que los pobres tengamos derecho a equivocarnos, ya que ustedes los ricos llevan cientos de años equivocándose por nosotros”.
Antes de las elecciones presidenciales de 2022 estuve en un viaje de negocios en Medellín. El joven que fue a tomarme la prueba de antígenos al hotel antes de abordar mi vuelo de vuelta a EE.UU. me preguntó que por quién iba a votar. “Por Fico”, le contesté. Acto seguido el joven me dijo, “señor yo soy de derecha, pero igual voy a votar por Petro”. Le dije, “hombre, pero y lo de las pensiones, lo del petróleo, lo de la democratización de la tierra, ¿no le produce algo de preocupación?” .... “Lo mismo me dicen mis papás, señor, pero ya es hora de probar algo diferente”. Valga decir que el joven me ofreció llevarme al aeropuerto en su camioneta Renault cero kilómetros...Sentí en ese momento que estaba hablando con un joven de Caracas en 1998, uno que le decía a un cerdo capitalista como yo que iba a votar por Chávez “porque ya era hora de cambiar”...
Quiero pensar que ese joven votante hoy está arrepentido de haber votado por el gobierno del “cambio”, de los “nadies”. La economía está postrada, y la seguridad física se ha deteriorado en forma alarmante. La vida de ese joven no ha mejorado. Ni mejorará durante este gobierno. Ojalá la razón logre ganarle a la terquedad, y ese muchacho se decida a votar con responsabilidad en las elecciones de fin de mes.