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Analistas 29/05/2021

Abrir las manos

Aldo Civico
Antropólogo y estratega de liderazgo
Analista LR

Durante estos días de zozobra, donde a veces el pesimismo nos puede ganar, me he encontrado con un poema de Mary Oliver que me ofreció una metáfora que volvió a darle un respiro a mi alma. Se trata del poema No quiero vivir una vida pequeña, cuyo título ya en sí mismo es una invitación a no quedarse en la mediocridad o cortar las alas por las dificultades y los problemas, sino más bien a transformar cada obstáculo en una oportunidad de evolución, de crecimiento. De hecho, ¿no es esto quizás uno de los sentidos fundamentales de un liderazgo auténtico? ¿O sea, la habilidad de trascender lo que está frente a nosotros mismos, y generar un mundo al que todos quieran pertenecer? Quiero entonces compartirles este poema, junto con unas reflexiones que me sugirió.

No quiero vivir una vida pequeña. Abre tus ojos, /abre tus manos. Acabo de volver/del campo de moras, el sol/besándome con su boca dorada todo el camino/(abre tus manos) y las nubes con alas de viento/siguiéndome porque pensaban que quizás yo podría/alimentarlas, pero no: cargo estas formas de corazones/solo para ti. Mira cuántas y qué pequeñas/pero tan dulces y quizás el último regalo​/que voy a darle a alguien en este/mundo de esperanza y peligro, por favor,/mírame. Abre tu vida, abre tus manos.

Son versos poderosos, ¿verdad? Me encanta la metáfora de las manos abiertas que la poetisa sugiere en sus versos, acompañados de la imagen de abrir también los ojos, casi para ver nuevamente y descubrir lo que a primera vista omitimos; o sea la oportunidad que está frente a nosotros. Además, una mano abierta es acogedora, posibilista, libre de miedos. Una mano se abre cuando están abiertos también el corazón, la mente, la voluntad. En cambio, muchas veces cerramos la mano y hasta formamos un puño porque tenemos cicatrices que la vida nos ha dejado. ¿No es esto lo que muchas veces nos está pasando en estos días, donde no faltan las motivaciones para sentir frustración, preocupación, desaliento y hasta rabia?

Asumimos entonces una actitud de adaptación, y nos protegemos, nos defendemos, o hasta huimos. Nos sentimos animales de presa. Lo que pasa es que frente a una dificultad, o hasta el peligro de un trauma, nuestro sistema nervioso se hace menos flexible y se vuelve rígido en algunos puntos y circunstancias. Muchas veces nos parece que ya hemos vivido demasiadas experiencias que no queremos repetir. Aprender a volver a abrir la mano entonces es volver a expandir la vida. Es volver a hacer flexible nuestro sistema nervioso. Es un camino de sanación que nos amplía la vida. No quiero vivir una vida pequeña significa no querer vivir una vida condicionada, con la mano cerrada. Para que eso pase, tenemos que reconocer y trascender lo que hoy nos bloquea y vuelve inflexibles. Significa que en este momento, donde todo liderazgo parece haber fallado, nos preguntamos cómo podemos mantener la mano (y los ojos abiertos) para ofrecer a las crisis que nos rodean una respuesta consciente.

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