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Las causas del estrés pueden ser múltiples, pero pienso que finalmente se reducen a una causa primaria: modelos mentales marcados por unas creencias limitantes. De hecho, son estas las que generan miedos e inseguridades, porque son los síntomas de aquella sombra que todavía no hemos aceptado e integrado. Por eso, además, tratamos de negar la existencia de la sombra - a nosotros mismos y a los demás - mostrando lo que no somos. Gastamos una gran cantidad de energía para mantener las máscaras. Vivimos en el terror de revelarnos, para evitar estar expuestos al ridículo, al juicio, al rechazo, al fracaso. Pasamos nuestra existencia viviendo en el temor de no lograr el éxito y, una vez que lo tenemos, de perderlo.
Pienso entonces que para muchos líderes una fuente de estrés es la creencia de que un buen líder tiene que ser perfecto, infalible. Tiene que ser el que más sabe, el que nunca se equivoca, el que siempre tiene a la mano soluciones y respuestas. Conozco a líderes que en secreto viven en el terror de dar una mala impresión. Por eso, se esfuerzan todo el tiempo por jugar un juego cruel e imposible: encajar para ser aceptados, ser los mejores y los primeros, lograr un ideal de perfección, que además es un estándar ilusorio porque simplemente no existe. Es la imposibilidad de la imperfección y por eso de satisfacer todas las expectativas, propias y de los demás, lo que genera un estrés debilitante.
El perfeccionismo no es una variable del liderazgo maduro. Por el contrario, aceptarse, reconocer tus limitaciones, reconocer que eres un ser imperfecto, es lo que permite convertirte en un líder inteligente y auténtico. De hecho, los mejores líderes son aquellos que hacen un proceso de autoconocimiento, que practican la auto-indagación, que aprovechan todos los fracasos, errores, enojos, frustraciones para conocerse cada vez más. Son los líderes que reconocen en la vulnerabilidad una gran fortaleza, que saben conectarse con los demás, y orientar a toda una organización hacia el logro de resultados. El líder perfeccionista muchas veces se vuelve el centro de atención y alimenta en los demás el miedo a equivocarse. Por el contrario, un líder que es consciente hasta de sus imperfecciones orienta a todos hacia el logro de resultados.
Vale entonces la pena hacer un elogio a la imperfección, cómo un acto de humildad y reconocimiento de que la perfección no es un estándar sostenible. Porque aceptando la imperfección se facilita el alto rendimiento, mientras que el perfeccionismo solo crea una tensión inútil que puede llevar al colapso propio y de toda una organización. En cambio, simplemente acepta que eres un ser humano, con sus fortalezas y limitaciones. Acepta que no eres un dios y que necesitas a los demás para ser completo. Lograrás un alto rendimiento, dado que la aceptación y la humildad están en la base de un buen trabajo de equipo y de logros mayores. Ríndete frente a tu imperfección, con gratitud.