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“Somos seres humanos no hacer humanos”, me dijo en estos días un amigo. Muchas veces nos olvidamos de esta premisa y nos volvemos máquinas para el logro de resultados. En nuestra agenda dominan las citas de trabajo, y no nos preocupamos de llenarla también con momentos de ocio, de descanso, para alimentar vínculos de amistad y familiares.
En primer lugar, el alto rendimiento y la plenitud requieren equilibrio. Ser buen líder hoy, incluso ser un buen líder empresarial, significa priorizar el bienestar propio y de los demás. El bienestar debería ser hoy un principio fundamental de una sana y próspera cultura organizacional. Si el bienestar es el primer rasgo de un buen liderazgo, el segundo es el liderazgo personal, procurando llegar a un buen dominio de sí mismo.
Por eso, pienso que quienes hoy están a cargo de empresas y de equipos, deberían ser fieles seguidores de Marco Aurelio, el emperador romano, quien nos recomendaba no actuar “como si fueras a vivir mil años; actúa como si el fin estuviera muy cerca”. Un buen líder es también un buen estoico.
Otro gran estoico, Séneca, escribió: “La lectura, creo, es indispensable”. “Toda lectura debe aplicarse a la idea de vivir una vida feliz ... Debemos buscar preceptos que nos ayuden ... Debemos aprenderlos de tal manera que las palabras se conviertan en hechos”. Convertirse en un mejor lector garantiza una vida mejor y te hace también un mejor líder.
Los más exitosos gerentes leen en promedio un libro por semana, es decir, cincuenta y dos libros al año. Fomentar la lectura es el tercer rasgo de un buen liderazgo. También vale la pena resaltar que la multitarea no es una estrategia para el éxito. Por lo contrario, el éxito necesita un enfoque absoluto. Esta capacidad es el cuarto rasgo de un buen liderazgo. Cómo lo resalta Gary Keller en su libro The One Thing, el éxito superior proviene de un enfoque extraordinario en una única cosa. “Las personas más productivas comienzan con un propósito y lo usan como una brújula”, escribe.
Estamos más contentos y somos más productivos cuando experimentamos una condición de seguridad psicológica. Por eso, los buenos líderes, celebran abiertamente los éxitos y los desaciertos con sus equipos. Dice Stuart Landesberg, gerente de Grove Collaborative, “Amo las oportunidades cuando en frente a toda la organización puedo decir, “mira, en este aspecto me equivoqué rotundamente”. La humildad y la vulnerabilidad son rasgos fundamentales de los grandes líderes. Finalmente, un buen líder se prepara para la próxima etapa de su propia vida y de su organización.
Por ejemplo, un emprendedor que vea crecer su negocio, tiene que pensar no solamente en los resultados a corto plazo, sino prepararse para cuando su emprendimiento haya extendido sus alas. Se podría preguntar, por ejemplo, “¿cómo será liderar una organización de 1.000, 2.000 empleados?” Convertirse en un buen líder es un trabajo en continuo devenir. Ser conscientes de todos los rasgos de un buen liderazgo promueve este devenir.