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Me encuentro en Boulder, Colorado, para trabajar con Kathy Pike, una mujer reconocida a nivel mundial por la metodología que desarrolló para enseñarles a los humanos a recuperar, con la ayuda de caballos, su capacidad de conectarse con las sensaciones del cuerpo y captar los mensajes que las emociones traen. En el mundo complejo e incierto en el cual vivimos hoy, esta capacidad de estar presentes y ser conscientes de nuestro entorno es lo que marca el gran liderazgo. Este es un arte del cual los caballos son grandes expertos.
Mis dos maestras son dos yeguas, Acacia y Sweetie, que fueron rescatadas después de que su dueño, un militar retirado, se suicidara. Paso el día observando cómo los caballos con su mirada, capaz de ver 340 de los 360 grados a su alrededor, su corazón cinco veces más grande que el de los humanos, sus orejas que se mueven como sofisticados radares, y sus pezuñas capaces de captar las vibraciones en el terreno, viven plenamente en el presente, profundamente conectados con su entorno. Además, me estoy dando cuenta de que Acacia y Sweetie reaccionan también a mi paisaje interior, es decir, a mis estados de ánimo, a mis emociones.
Hay momentos cuando es suficiente que yo exprese un deseo en mi cabeza, para que ya fuera Acacia o Sweetie reaccionaran. Entendí por qué durante los últimos 40 años el ejército de los Estados Unidos entrenó secretamente a sus agentes en el arte de la “visión remota”, o sea en la capacidad psíquica de percibir los pensamientos y experiencias de otros a través del poder de la mente humana. Algo similar me estaba pasando en mi interacción con los caballos, en la medida en que estaba cada vez más conectado con mis emociones.
Aquí en Colorado, me acordé del estudio del profesor de antropología E. Richard Sorensen, de la Universidad de Stanford, quien en sus escritos distingue las mentalidades humanas entre una consciencia previa a la conquista, que es propia de las poblaciones indígenas, y la consciencia posterior a la conquista, que marca la modernidad. La consciencia de las tribus indígenas es evidente por una capacidad de un sentir compartido, en donde el bienestar del individuo influye sobre la experiencia de la colectividad y viceversa. Sorensen habla de la conciencia socio-sensual, por esta capacidad de conectarse cuerpo a cuerpo.
Mientras que, en la conciencia moderna, vivimos más aislados, fragmentados, lejos de los ritmos de la naturaleza, privados de esta conciencia. Nuestra capacidad de con-sentir se ha reducido. Quizás por eso, necesitamos de tantos indicadores para la toma de decisiones, por nuestra separación del todo.
Tenemos que ser más como los caballos, me repite Kathy Pike en estos días. O sea, tenemos que recuperar esta capacidad de sentir y conectarnos; de estar presentes y ser conscientes de nuestro alrededor. Decía Tomas Moore: “El Logos sin Eros se vuelve sádico”.