ANALISTAS 01/04/2025

El ahorro y la buena vida: claves del verdadero orden financiero

Alejandro Moreno-Salamanca
Profesor en IESE Business School
Alejandro Moreno-Salamanca
La República Más

En un mundo empresarial donde la inmediatez y la rentabilidad de corto plazo marcan el ritmo, hablar de ahorro puede sonar anacrónico. Sin embargo, para los directivos y líderes que aspiran a una vida verdaderamente ordenada y sostenible -en lo personal y lo profesional-, el ahorro sigue siendo una virtud relevante. No se trata de una simple acumulación de recursos, sino de un reflejo profundo de autocontrol, previsión y capacidad de gestión.

Ahorrar no es solamente guardar dinero. Es un hábito que condiciona la forma en que una persona -o una organización- se relaciona con sus recursos, con su presente y con su futuro. La capacidad de ahorro denota dominio de uno mismo: quien sabe postergar una gratificación inmediata en favor de un beneficio futuro demuestra madurez, inteligencia emocional y una gestión adecuada de sus impulsos. Dicho de otro modo, ahorrar no es una renuncia, sino una elección sabia.

Esta virtud, que algunos relegan al plano individual, tiene también resonancias nacionales. La correlación entre ahorro y desarrollo económico está documentada: los países que ahorran más están mejor preparados para afrontar crisis, invertir en infraestructura, financiar la innovación o simplemente resistir los embates de la volatilidad global. Lo mismo ocurre con las empresas y las personas. A mayor capacidad de ahorro, mayor estabilidad y, sobre todo, mayor libertad para aprovechar oportunidades.

El ahorro es, en sí mismo, un indicador de orden. En una empresa, una política de ahorro consciente revela una dirección prudente y estratégica. En una persona, habla de una vida bien gestionada. Y esto tiene consecuencias prácticas: quien no ahorra es más vulnerable, no solo económicamente, sino también psicológica y emocionalmente. Vive al día, depende de factores externos, y su margen de maniobra ante lo imprevisto es limitado.

Además, el ahorro protege el nivel de vida. Las pérdidas de ingresos, los aumentos inesperados de gastos o los cambios en el entorno económico pueden desequilibrar rápidamente una situación financiera frágil. El ahorro funciona entonces como un colchón, una red de seguridad que permite mantener el rumbo incluso en medio de tormentas. El ahorro aumenta el nivel de libertad personal de las personas.

El reto quizá es el equilibrio. Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, advertía contra los extremos: ni el derroche ni la avaricia son virtuosos. La excelencia está en el justo medio. El directivo prudente, como el ciudadano ejemplar, sabe que la buena vida no está en acumular por acumular ni en gastar sin medida, sino en gestionar con equilibrio.

En definitiva, el ahorro no es una renuncia a la buena vida, sino su condición de posibilidad. Porque vivir bien no significa vivir al límite, sino vivir con margen, con previsión y con orden. Los líderes del mañana serán, sin duda, aquellos que comprendan que una vida bien gestionada empieza con una economía bien dirigida. El verdadero orden, en lo personal y en lo profesional, comienza por allí.

El ahorro, en este sentido, no es un fin, sino un medio para la buena vida. Es una herramienta que permite ordenar los recursos, planificar el futuro y vivir con serenidad. Para quienes tienen la responsabilidad de liderar organizaciones -y también familias, comunidades y proyectos de largo plazo-, incorporar el ahorro como un valor estratégico no es una opción. Es, sencillamente, una muestra de verdadero liderazgo.