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Puede ser peligroso malinterpretar algunas de las críticas al capitalismo que conocidos académicos han venido formulando. Si bien, esas críticas tienen fundamento y nos deben invitar a la reflexión, no podemos olvidar que la economía de libre mercado es la forma de ordenar la actividad económica que mayores beneficios ha traído a la sociedad en su conjunto.
Bajo ningún otro sistema de ordenamiento, la sociedad ha experimentado tal nivel de bienestar. Es cierto, hay mucho por mejorar y debemos acelerar el paso. Sin embargo, es importante ser conscientes de que hoy en día, la empresa es la institución social de mayor capacidad de transformación social y el mejor instrumento para la creación de riqueza compartida.
Algunos de los autores que nos invitan a buscar una economía de libre mercado más humanista y que con sentido de justicia reclaman una economía con mayores oportunidades para todos son, por ejemplo, Raj Sisodia, Nick Hanauer, Judy Samuelson o Michael Sandel. Sus reclamos son ciertamente muy pertinentes.
Su clamor consiste en que el capital no sea el único recurso valorado, sino que también el trabajo empiece a cobrar más relevancia como factor de producción para la sociedad. Alegan que no conviene permitir modelos en los que la acumulación de riqueza tenga cada día mayor concentración. Si bien hoy los pobres son menos pobres, es una injusticia que, habiendo tal nivel de abundancia, haya aún tales niveles de necesidades básicas insatisfechas en la sociedad.
La sociedad, por fortuna, es cada día más sensible a la injusticia. Hoy, los jóvenes, con razón y con preocupación genuina, son sensibles a la injusticia y reclaman una mejor sociedad. Sin embargo, a veces se entiende a la empresa como la causa de las injusticias, cuando, en realidad, ha sido nuestra incapacidad de organizar sistemas sociales que promuevan una mayor generación de riqueza y su eficiente redistribución.
En pandemia, los empresarios tuvimos que hacer malabares para mantener el empleo, para honrar los salarios y para no cerrar nuestros negocios. Con creatividad colectiva pusimos en marcha decenas de ideas de eficiencia que salían de los propios colaboradores, las cuales nos ayudaron a distribuir de manera mas justa y eficiente los recursos disponibles. ¡Nos reinventamos!
Es un deber moral garantizar como sociedad los derechos mínimos a todo ciudadano, tarea que aún no conseguimos... Pero, ¿es por culpa de la empresa que no hemos dado la vuelta a la tortilla?, o será mas bien por la incapacidad de reinventar las maneras de administrar la riqueza que la empresa y el trabajo de los ciudadanos genera que no lo hemos conseguido… ¿Por qué si en la empresa, cuando no alcanza el dinero, lo que hacemos es reinventarnos y gastar menos? ¿Por qué cuando los impuestos que las empresas y los ciudadanos ponemos en la bolsa no alcanzan no hacemos como nación lo mismo?