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Los empresarios y directivos debemos tener siempre presente que el impacto de nuestras decisiones va más allá de las organizaciones que lideramos. Durante los dos últimos años hemos superado difíciles adversidades aferrados a la esperanza de un futuro más promisorio. La incertidumbre se manifiesta de diversas maneras.
Debemos estar listos para seguir atendiendo con determinación, alegría, optimismo y talante ético los desafíos propios de los tiempos presentes. Además de la pandemia, en muchos países presenciamos el malestar social, una realidad global que clama por un orden social aún más justo. Todas estas vivencias, sin duda, nos dejaron valiosas enseñanzas.
La empresa es, sin lugar a duda, una institución que promueve el desarrollo y da forma al rumbo de la sociedad. Por esto es indispensable una articulación permanente y estratégica entre los diversos sectores y actores que permita aportar al progreso social y económico del país. No debemos desentendernos de una sociedad que clama por más justicia y equidad. Por el contrario, estamos convencidos de que el alcance del papel del líder empresarial contempla una verdadera transformación de su entorno, más allá del éxito empresarial.
Cuán importante es ser conscientes, como empresarios y directivos, de manera constante y permanente acerca de nuestro rol en la sociedad, más allá de las organizaciones que dirigimos. Debemos tener siempre presente que de nosotros también depende el fortalecimiento de la democracia y de nuestras instituciones, de manera especial en la actual coyuntura, llena de desafíos, pero también de oportunidades para seguir construyendo país.
Las conversaciones que como director general de Inalde Business School sostengo con muchos de los líderes más representativos del país son reveladoras. Ministros, embajadores, presidentes gremiales y, por supuesto, empresarios y directivos del sector privado, coinciden en la necesidad de establecer sinergias que permitan trabajar juntos para crear estrategias cuyo principal objetivo sea continuar cerrando las brechas de equidad en oportunidades de acceso a aspectos básicos del bienestar para cualquier ciudadano. Con emotividad he ratificado, de primera mano, un genuino interés, una acción proactiva y gran apertura por parte de quienes son cabeza de todos los sectores para que proyectemos acciones tangibles y cuyo impacto sea trascendente para la sociedad.
Somos parte de una generación de transición hacia modelos que, por supuesto, fomenten las libertades individuales, de pensamiento y de mercado. Sin embargo, dependerá de nosotros ser los protagonistas de un cambio y reformulación de un sistema que, aunque ha generado un enorme bienestar social, merece ser revisado desde una visión genuinamente humanista, para que el desarrollo humano integral sea siempre el propósito central de toda organización y de la sociedad.
Estos tiempos requieren toda nuestra atención y, sobre todo, nuestra participación. Revisemos y descubramos la gratuidad como punto de partida para entender, desde la más sincera empatía, que no todo lo que tenemos es fruto exclusivamente de nuestro mérito. Es cierto, los empresarios y directivos hemos trabajado para alcanzar nuestras metas y hacer realidad nuestros sueños, pero también hemos sido bendecidos con un punto de partida de muchas maneras privilegiado.
Mi invitación es a que sigamos reflexionando, como empresarios y directivos, acerca de cómo podemos aportar aún más, desde esa comunidad de personas llamada empresa, al fortalecimiento de la democracia y al desarrollo de Colombia y de sus instituciones. Con liderazgo humanista, procurando el florecimiento de cada persona en la empresa, con solidaridad y subsidiariedad, no tengo duda es muy amplia la huella que podemos dejar en beneficio de las generaciones futuras. Empresarios y directivos, ¡nuestra aventura es sin duda apasionante!