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Al observar cualquier partícula con un microscopio atómico, todo se vuelve más extraño y fascinante. Vivimos en un universo donde apenas una millonésima parte es materia y el resto es energía. Esto nos lleva a cuestionar nuestra forma habitual de comprender el mundo y a considerar una perspectiva basada en la física cuántica, donde las reglas desafían nuestra intuición; una partícula puede estar en dos lugares al mismo tiempo, recorrer caminos opuestos y aun así, llegar al mismo destino.
Esta paradoja, que nos reta en nuestra intuición, podría parecer lejana a nuestra realidad. Sin embargo, si analizamos desde diferentes perspectivas vemos que es más que cercano y sucede en muchos aspectos de nuestra vida personal y, sobre todo, de nuestro ámbito profesional.
Ahora bien, en el mundo cuántico, las partículas no siguen trayectorias fijas, sino que exploran todas las posibilidades antes de llegar a un punto final. En la logística moderna, los algoritmos deberían analizar múltiples escenarios antes de sugerir la decisión más adecuada. Por ejemplo, si pensamos en una estrategia de inventarios de una marca de consumo masivo que se vende en un supermercado, el volumen de unidades al final del ciclo que se está analizando debería estar en función de las diferentes posibilidades futuras. Esto permitiría minimizar riesgos de desabastecimiento y optimizar recursos. Si bien no se analizan infinitas opciones, como en la mecánica cuántica, al menos se consideran dos o tres escenarios clave.
Imaginemos ahora, una cadena de abastecimiento global: fábricas produciendo bienes alrededor del mundo, barcos navegando, aviones despegando y aterrizando en itinerarios precisos y camiones transitando ciudades, llenos de actividad.
Aparentemente todo parece moverse de manera organizada, pero en realidad, cada movimiento está cargado de incertidumbre. Es allí donde el principio cuántico de Heisenberg toma sentido, postulando que es imposible conocer con exactitud la posición y la velocidad de una partícula. Del mismo modo, en la logística y las operaciones, la definición de un plan no garantiza su cumplimiento al 100%. De esta manera, la variación sorpresiva en la demanda, un retraso en un puerto, o un error humano en el análisis, pueden generar impactos en todo el sistema.
Las empresas que entiendan la incertidumbre y desarrollen procesos flexibles serán las que lograrán sostenerse en un entorno cada vez más volátil. Es fundamental que los directivos desarrollen su capacidad para convertir la falta de certeza en una ventaja competitiva, un recurso que permitirá tomar decisiones más prudentes; más inteligentes y oportunas. Cada reto en la cadena de abastecimiento es una oportunidad para innovar, para verla como un motor de crecimiento en las empresas; asimismo, es un proceso de aprendizaje que nos permite crecer en experiencia y conocimiento como profesionales. En un mundo donde el cambio es la única constante y las posibilidades, posiblemente la mejor estrategia no sea resistirse sino aprender de los principios cuánticos: aceptar la incertidumbre, explorar todas las posibilidades y estar siempre preparados para lo inesperado.