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Analistas 22/05/2024

¿Acostumbrados y resignados?

Alejandro Vera Sandoval
Vicepresidente técnico de Asobancaria

El Dane reveló recientemente que la economía colombiana creció 0,7% real en el primer trimestre de 2024. Este dato reafirma el proceso de crecimiento lento en que entró la economía desde el año anterior, lo que seguramente tendrá efectos en el bienestar de los ciudadanos.

Una de las variables que mide ese bienestar es la tasa de desempleo. Este indicador muestra ya un leve deterioro al pasar de 11,7% en promedio en los primeros tres meses de 2023 a 11,9% en el mismo periodo de 2024, lo que significa que casi 100.000 personas pasaron al desempleo en el último año.

Estos valores nacionales esconden un comportamiento heterogéneo a nivel regional. Si bien las cinco ciudades principales (a excepción de Cali) tuvieron registros de desempleo inferiores al nacional, las ciudades intermedias (Cúcuta, Ibagué, Pereira y Pasto, entre otras) tuvieron valores superiores, e incluso Riohacha y Quibdó mostraron tasas preocupantes, superiores a 20%, en el primer trimestre de este año.

Para completar el círculo laboral, la informalidad muestra persistencia de cifras elevadas. Aunque hay una leve mejoría de 2 puntos porcentuales en el último año, esta se mantenía por encima de niveles de 56% en el primer trimestre de 2024, evidenciando que más de la mitad de los empleos del país no cumplen con condiciones adecuadas.

Todas estas cifras lucen mal cuando se comparan con nuestros pares regionales. En el caso de la tasa de desempleo, los países grandes de América Latina registran tasas de 8% o inferiores en años normales, cuando nosotros apenas llegamos al 9% en nuestros mejores años. En el caso de la informalidad, nuestro registro solo es inferior al caso peruano (71%), similar al de México (55%) y está muy por encima del registro brasileño (39%) y chileno (27%).

De esta manera, la realidad laboral del país refleja dificultad y lo más grave es que pese a leves mejoras o deterioros, dependiendo del ciclo económico, cuando se miran las cifras de 2024 fácilmente pueden confundirse con los datos de 2022 o de 2019 o de 2015. Pareciera que nos hemos acostumbrado y resignado como sociedad a no revertir cifras que no son estructuralmente buenas en materia laboral.

Por ello, es labor de los analistas, de los empresarios y de los gobiernos territoriales y nacional despertarnos y volver a poner el tema de la creación de empleo formal en el centro de la discusión nacional. Para esto, en primer lugar, hay que volver a crecer a cifras superiores a 3% real. Este es un prerrequisito si queremos que el aparato productivo pueda genera empleo de calidad.

En segundo lugar, hay que generar incentivos para la creación de empleo formal. Tal vez la última medida que se probó empíricamente que funcionó fue la Ley 1607 de 2012 con la reducción de sobrecostos no salariales. Las cifras de Fedesarrollo en esos años mostraron un crecimiento significativo en el empleo formal.

Y, en tercer lugar, debemos avanzar en políticas regionales que incluyan el tema salarial, pero también las diferencias en especialización sectorial de los territorios y, por ende, en la capacitación del capital humano.

En épocas de debate pensional no podemos olvidar que lo mejor para aumentar la cobertura en pensiones son buenas políticas para la creación de empleo formal. Y aquí no podemos olvidar estrategias que tengan en cuenta nuestra heterogeneidad regional y lo que ha probado ser exitoso en el pasado.

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