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La última década ha sido testigo de grandes avances en materia de inclusión financiera en el país. Como comenté hace poco, hoy 89 de cada 100 adultos en Colombia (33 de 36 millones) tiene acceso a algún producto financiero.
No obstante, persisten tareas por realizar, que dependen del trabajo continuo del Gobierno Nacional y de todas las entidades del ecosistema financiero.
Una de las tareas consiste en identificar si esta dimensión de acceso se transforma en mayor bienestar (ingreso) para los hogares en el futuro. Esta requiere análisis empíricos que ya se están empezando a realizar en universidades, gremios y el propio Gobierno, para conocer si vamos en la dirección correcta o hay que hacer correctivos en la estrategia usada.
La otra tarea es el cierre de las brechas existentes en materia de género, edad y situación geográfica, para lo cual esbozo algunas reflexiones.
En materia de género, la brecha se deriva, en parte, de la que ya existe en el mercado laboral. La tasa de desempleo en hombres llegó a 11,1% en promedio en 2021 mientras que la de mujeres ascendió a 18,7%. Esto indica que una de las tareas más importantes es para la política pública, que debe trabajar en el diseño de herramientas que reduzcan esta brecha laboral con su efecto adicional en inclusión financiera. Obviamente, esto debe acompañarse con la promoción de productos financieros para mujeres, como ya varias entidades del ecosistema están ofreciendo.
En materia de edad, aunque la brecha se ha ido cerrando en los últimos años, de 34,4% en 2017 a 16,9% en 2021 entre los más jóvenes y los adultos de 41-65 años, persiste una labor de profundización.
En este caso, si bien es necesario atacar la falla estructural que mantiene tasas de desempleo elevadas en la población joven, también resulta fundamental que todas las entidades del ecosistema profundicen el trabajo ya iniciado en materia de diseño de productos que llenen las preferencias de agilidad, velocidad y personalización del nuevo consumidor.
En los últimos años, la llegada de nuevos jugadores ha elevado la competencia en este frente, con un gran beneficio para el consumidor financiero, pues los jugadores tradicionales también han desarrollado productos que buscan llenar esas preferencias del nuevo consumidor y a costos bajos y razonables. La masiva apertura de cuentas digitales, las billeteras electrónicas y la modernización del ecosistema de pagos son ejemplos de avances que deben profundizarse para cerrar la brecha con los jóvenes, quienes son los atraídos por estos cambios.
Finalmente, la persistente brecha urbano-rural requiere primero el desarrollo de varias tareas de provisión de bienes públicos. Por ejemplo, a lo ampliamente diagnosticado como avanzar en la formalización del campo y la actualización del catastro, debe sumarse que el Gobierno Nacional trabaje en aumentar la cobertura de internet en las zonas rurales, que hoy solo es de 24%, para aprovechar la transformación digital financiera también en el campo. Esto, sumado a avances recientes como el decreto que habilita la corresponsalía móvil, podría ser el inicio de un decidido cierre de esta brecha.
Todo ello debe ir acompañado de una labor de educación financiera, transversal a todos los segmentos. Es el momento de consolidar los avances y demostrar que la inclusión financiera si puede cambiar la vida de las poblaciones vulnerables del país.