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Para cualquier actor económico, el problema no es el déficit en que incurra, sino si es posible que lo pueda financiar.
Un hogar que recibe un ingreso mensual de $1 millón y durante un mes tuvo gastos por $1,5 millones debe ver la forma para financiar el déficit de $500.000 que se genera. Para ello, se acerca a un agente financiador quien típicamente lo que hace es un análisis de riesgo para determinar si en los siguientes meses ese hogar le podrá pagar y así decide si le presta los recursos o no.
Algo similar ocurre en el caso de Colombia. El país enfrenta los llamados déficits gemelos con un desbalance externo (o de cuenta corriente) que bordearía 5% del PIB y un déficit fiscal cercano a 8% del PIB, ambos al cierre de 2021.
En el caso externo, el desbalance normalmente es financiado con Inversión Extranjera Directa y/o inversión de Portafolio (deuda externa). En el caso fiscal, el déficit es financiado con emisión de deuda pública en pesos o en moneda extranjera. En ambos casos, el problema no es que el país mantenga estos registros deficitarios, de hecho, en un país en vía de mayor desarrollo y crecimiento “es normal” la necesidad de inversión que el ahorro local no alcanza a financiar, el verdadero problema es que los pueda financiar y para ello es clave demostrar ajustes estructurales y generación de ingresos creíbles para que los financiadores sigan desembolsando recursos.
En el frente externo, el mayor déficit en 2021 será consecuencia de un superior giro de utilidades de las empresas extranjeras a sus casas matrices, pero también de un creciente desbalance comercial (exportaciones - importaciones) que superaría 3% del PIB.
Aquí algunos políticos y twitteros anotan que lo que hay que hacer es cerrar la economía (porque las importaciones le restan al PIB y al superávit comercial, demostrando que leen sin contexto los libros macroeconómicos), olvidando que las importaciones son vitales para traer la maquinaria de punta que nos puede hacer más productivos y para comprar insumos más baratos para el agro y otros sectores, reduciendo los precios al consumidor. A diferencia de esto, lo que debe buscarse es elevar el nivel de exportaciones, diversificando la canasta y los mercados a los que se llega. No sobra recordar las lecciones de Chile y Perú, donde gran parte de los recursos extra recibidos por las ventas de cobre en quinquenios anteriores fueron usados para financiar bienes públicos (educación tecnológica, carreteras, operación logística, entre otros) que permitieron después exportar bienes agroindustriales seleccionados a gran escala.
En el frente fiscal, la tarea es más clara (aunque con baja viabilidad política), pues diversos estudios han sobrediagnosticado y llevado al debate público que se requieren ajustes de gasto y mayores ingresos tributarios en el mediano plazo. No todo se puede dejar a la “mejor gestión de la Dian”.
Al final, las tareas en materia de diversificación exportadora y mayores ingresos fiscales buscan, entre otras cosas, llevarle un mensaje de tranquilidad a los financiadores (locales y extranjeros) mostrando que el país tiene un norte claro. Estas tareas estructurales y una política pública procrecimiento económico sostenido, por encima de 4%, serán claves para mantener el financiamiento de los déficits gemelos en los próximos años y redirigir al país a la senda de la que lo sacó la pandemia.