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Analistas 09/10/2024

Distorsiones

Alejandro Vera Sandoval
Vicepresidente técnico de Asobancaria

Hayek (1945) definió que el precio correcto era que el permitía un adecuado balanceo de los mercados abiertos y descentralizados, y el que señalaría si hay escasez o abundancia de bienes, servicios o insumos. Aunque con el paso del tiempo, se ha introducido la idea de mercados regulados, necesarios en ciertos sectores, el precio (regulado o no) siempre ha terminado siendo el que anticipa la oferta, demanda y la implicación que la política pública desea con su intervención.

El problema de esto es que muchas veces la intervención de los mercados termina teniendo un efecto en el presupuesto público y en los recursos de los contribuyentes. En Colombia, hay dos ejemplos, el mercado de los combustibles y el de las motos, aunque podrían encontrarse más.

En el caso de los combustibles, el mercado para la gasolina corriente y el diesel está regulado por el gobierno quien define el precio de referencia para un determinado periodo de tiempo. El no incremento de este precio desde 2020, y su desviación de las referencias internacionales, generó un subsidio millonario que el fisco tuvo que pagar a Ecopetrol, beneficiando a los conductores de vehículos y en detrimento de cualquier otro tipo de gasto público.

De esta manera, se decidió que el presupuesto público debía subsidiar a estos grupos de la población (dueños de vehículos particulares, de servicio público, o de carga) y se evitó que el precio mandara la señal que ya da en otras partes del mundo: precio alto, pues es un producto cuya demanda debe empezar a marchitarse, en medio de la transición energética mundial.

Afortunadamente al final de la anterior administración y esta lo siguió convincentemente, se decidió eliminar el subsidio en el precio de la gasolina corriente. Queda pendiente el del diesel, donde claramente hay grupos de interés que pueden parar el país (como vimos recientemente). En esto deberíamos ser firmes como sociedad: los recursos del fisco deben usarse en otro tipo de cosas en un país con tantas necesidades y, además, el mercado tiene que empezar a mostrar que en la transición energética este tipo de bienes deben tener una reducción en su consumo.

En el caso de las motos hay elementos similares. Si bien la mayoría de ellas tienen precios inferiores a los automóviles, hay actividades conexas cuyos verdaderos precios deberían sumarse para dar una señal correcta al mercado, como, por ejemplo, el seguro obligatorio, los cobros de peajes, o las restricciones de movilidad (pico y placa) en algunas ciudades.

La decisión de política de subsidiar el Soat y olvidarse de la probabilidad de tener un siniestro, de no cobrar peajes y de no restringir la movilidad pese a que también usan las vías públicas, termina abaratando el precio relativo de una moto frente al de un carro. Y las consecuencias saltan a la vista: hay abundancia de motos rodando en las calles y otra vez el Estado cubriendo los faltantes.

Los precios son fundamentales en una economía. Intervenir o no algunos de estos precios es una decisión de política económica que involucra muchas aristas de análisis. Más allá de lo obvio que puede resultar subsidiar los precios en salud o servicios públicos, la mayoría de las veces se requiere una discusión seria de política pública sobre que queremos incentivar y que no. Más teniendo en cuenta que muchas de esas decisiones se financian con la plata de los que pagan impuestos.

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