.
Analistas 20/03/2025

Pequeñas soluciones, grandes impactos

Alejandro Vera Sandoval
Vicepresidente técnico de Asobancaria

Un trayecto de ocho kilómetros entre mi casa y el colegio de mi hija me tomó, un sábado reciente, cerca de una hora. Esto no es algo nuevo ni sorprendente, pareciera que los que vivimos en Bogotá nos hemos acostumbrado a hacer cortas distancias en tiempos significativos.

Cuando se leen los innumerables diagnósticos sobre este tema, siempre aparece la falta de vías, por el lado de la oferta, y un sistema de transporte público poco seguro e ineficiente sumado a un mayor número de hogares y vehículos en la ciudad, por el lado de la demanda, como causas del permanente trancón.

Estos problemas requieren soluciones estructurales que van a tardar tiempo. Las vías están en construcción en innumerables frentes de obra y seguramente habrá que seguir, en los siguientes años, con otras que aún no empiezan. De igual forma, un sistema de transporte que use la mayoría de los ciudadanos (no solo los que les toca) está en avance, con la buena noticia de que el metro parece que es finalmente una realidad, pero requerirá más cobertura, mejor seguridad y mayor cultura ciudadana, algo que también requiere tiempo.

No obstante, algunos detalles en esa ruta hacia el colegio de mi hija me hicieron pensar que hay pequeños aspectos que se pueden gestionar y que podrían tener un impacto importante en los tiempos de movilidad de los ciudadanos sin esperar años.

En dicho trayecto me encontré al menos cinco cosas que empeoran el trancón capitalino: los ya tradicionales mal parqueados en la vía, que deciden que las avenidas son parte de su garaje; camiones que descargan en vías angostas y de alto tráfico; intersecciones donde hay múltiples opciones de cruce sin el espacio suficiente y con los semáforos descuadrados; choques simples sin rápida solución (pese que ya hay normativa al respecto); y, para rematar, retenes de Policía en plenas vías principales.

Estos elementos pueden ser gestionados rápidamente y ayudarían a la movilidad de toda la ciudad. Por ejemplo, debería haber mayor vigilancia de las autoridades de tránsito para evitar el parqueo en zonas prohibidas y poner multas onerosas que desincentiven esta práctica. Esa vigilancia también podría ayudar a poner en práctica de manera más intensiva las medidas creadas para resolver situaciones de choque entre particulares.

Asimismo, el cargue o descargue de vehículos debería ser en zonas específicas (con menos tráfico) y a horas determinadas, intentando minimizar un incremento en el costo de los fletes del transportador. En el caso de las intersecciones, debería haber una gestión especial en aquellas donde se concentra gran parte del tráfico de la ciudad y hay innumerables opciones de cruce que disminuyen la velocidad de los vehículos. Por último, si bien es claro que los retenes son claves para la seguridad, estos deberían tener algún operativo que permita que el tráfico fluya al acercarse a ellos y no dejar que sea una solución entre conductores desesperados por ver quién pasa primero.

En la política pública, las soluciones estructurales son fundamentales para apuntalar un mayor bienestar para los ciudadanos en el largo plazo. No obstante, mientras esto se alcanza, gestionar soluciones parciales en algunos campos puede tener grandes impactos en la calidad de la vida de las personas. El tráfico capitalino es precisamente uno de esos campos de juego donde pequeñas acciones pueden tener grandes beneficios.