Analistas 23/04/2025

Recordar para avanzar

Alejandro Vera Sandoval
Vicepresidente técnico de Asobancaria

En semanas anteriores, un grupo de jóvenes en las redes se preguntaba si el éxito de la reciente gira mundial de Shakira se debía a su fama por el escandaloso divorcio del exjugador de fútbol Gerard Piqué. Más allá de que la generación mayor de 40 años reaccionó indignada mostrando los videos de sus conciertos de hace más de dos décadas, mi sorpresa provino de que muchos de las nuevas generaciones creen que la historia y el país nacieron con las redes sociales o con ellos mismos hace solo 30 años.

Muchos de ellos son los que piden un cambio radical en las políticas del país y piensan que lo logrado en 40 años de progreso es si se quiere apenas “lo normal”. Los más adultos hemos fallado en la difusión extensiva de lo que ha sido el avance del país en cuatro décadas. Si bien no somos China o Chile, que pudieron duplicar su ingreso cada 10 años entre 1980 y 2015, si hemos tenido un incremento de nuestro ingreso per cápita desde US$3.000 a US$15.000. Además, alcanzamos una cobertura en salud de 99% en 2019 y somos un país con más propietarios de vivienda, solo para citar pocos ejemplos.

Los inconformes dirán que el indicador de desigualdad no ha mejorado, y que 4 de cada 10 colombianos están en condiciones de pobreza, y tienen razón. Pero, para avanzar en esos retos no se requiere volver a arrancar de cero, al contrario, lo que hay que hacer es construir sobre lo ya recorrido.

El “adanismo” puede hacer retroceder al país varias décadas y, lo que es peor, volver los debates una arena ideológica en vez de discutir los verdaderos problemas y sus soluciones. Eso sucede con las reformas sociales estructurales que requiere el país para seguir mejorando sus indicadores socioeconómicos.

En dichas reformas sociales, es necesario, por ejemplo, encontrar soluciones para enfrentar la rampante corrupción en algunos partes del sistema de salud; decidir qué tanto se debe subir la edad de jubilación, lo que se vuelve un imperativo fiscal en un país que se envejece cada vez más rápido; y proponer mecanismos que disminuyan la informalidad, un fenómeno que afecta a 60% de la fuerza laboral del país.

La pregunta es entonces cómo avanzar en esto y la respuesta, casi que lugar común, es con el consenso total de la sociedad. Por lo que la pregunta relevante es, más bien, cómo logramos ese consenso. Y allí es donde debemos dejar atrás los debates generacionales y concentrarnos en dos cosas que hemos dejado en el olvido: la calidad de nuestra educación y un mejor nivel en el debate de las políticas públicas.

En la educación, nos concentramos en la cobertura y nos olvidamos de preguntar por qué nuestros jóvenes no entienden al leer textos ni hacen bien cálculos sencillos. Y con ese equipaje se enfrentan a unas redes llenas de información falsa y sesgos ideológicos. En el caso del debate de políticas, nos enfocamos en ser “políticamente correctos” y hemos hecho concesiones que están por fuera del análisis beneficio-costo de las reformas que queremos, retrasando sus efectos.

Hoy, el desafío para la generación en las posiciones de poder y decisión es mayúsculo. Se trata de evitar la “Argentinización” de nuestro país. Para ello, se requiere dar debates informados, con cifras y argumentos que ilustren los beneficios y costos de las reformas que se quieren aprobar. Y para esto es fundamental una sociedad civil bien educada que logre consenso sobre lo fundamental.