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El Dane reveló recientemente que el crecimiento económico del país fue de 8,8% en el primer semestre de este año. Pese a los efectos del paro nacional en mayo, la buena dinámica que venía desde el primer trimestre y el repunte de sectores clave como la industria, el comercio y la construcción, más la base estadística a favor, explicaron este resultado.
Ante esto, la mayoría de los analistas han elevado sus proyecciones de crecimiento a cifras que superan 7,5% real para todo el año 2021, e incluso algunos más optimistas creemos que se superaría el 8%. Los avances del Plan Nacional de Vacunación, que ha permitido la normalización gradual de las actividades, y el crecimiento de la demanda interna serían las razones de este buen desempeño.
Dadas estas cifras, la buena noticia sería que la economía habría recuperado los niveles de producción de 2019 al cierre de este año. No obstante, las noticias no son tan alentadoras cuando se mira el mercado laboral.
Luego de cerrar con 23 millones de ocupados y un desempleo del 9,5% en 2019, el número de personas ocupadas se redujo en un poco más de cuatro millones y se elevó la tasa de desempleo a 19,8% en junio de 2020, en pleno pico de confinamientos. Un año después, con la economía volviendo por la senda de recuperación, si bien el desempleo se redujo a 14,4%, todavía contábamos con dos millones menos de personas ocupadas comparando con el periodo prepandemia.
A esto debe sumarse que pareciera que el empleo formal es el que más lentamente se recupera. Por ejemplo, según el Dane, al cierre de 2020 el empleo informal urbano mostraba una caída de 5% frente al periodo anterior a la pandemia (2019), “solo” 200.000 empleos por debajo de un año atrás. En cambio, el empleo formal de las principales ciudades caía cerca de 11%, 700.000 empleos menos. En 2021, la dinámica no ha mejorado, pues a junio el nivel de empleo informal se había reducido, probablemente por el fin del efecto estacional de cada fin de año, pero lo más preocupante era que el empleo formal seguía estancado.
Aunque las cifras de julio mostraron alguna mejora, es claro que la recuperación económica no ha venido acompañada de mayores puestos de trabajo, sobre todo formales, lo que redunda en tensiones sociales que se han manifestado en los últimos meses. Por ello, urgen medidas que reviertan esta situación.
Un plan de choque pronto debe incluir, entre otras cosas, promover la construcción (como ya lo está haciendo el Gobierno), las obras civiles y el comercio, sectores altamente demandantes de mano de obra no calificada. Y en el mediano plazo, no podemos olvidar reformas que abaraten el empleo formal y que incentiven la generación de habilidades que las empresas verdaderamente necesiten en los trabajadores, pues la digitalización está abriendo nuevas necesidades que la economía colombiana no está supliendo a cabalidad.
El mensaje final es que, aunque hay que tomar medidas que apaguen el incendio de corto plazo, estas no son el reemplazo de las reformas estructurales necesarias para el país. Hay que regresar a ese ímpetu reformista que las democracias liberales mantienen para elevar el desarrollo y, en este caso, son las nuevas generaciones -las más afectadas en materia laboral por la pandemia- las que deben liderar un cambio y evitar que unos pequeños grupos con grandes beneficios bloqueen el avance hacia el progreso.