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La economía colombiana inició el nuevo año enfrentando dos retos. Por un lado, la inflación creciente presionada por los precios de los alimentos; y por otro, las vulnerabilidades derivadas de los denominados déficits gemelos, externo y fiscal, que sumadas a la incertidumbre electoral han elevado la prima de riesgo del país.
En el caso de la inflación, un fenómeno que vuelve a ser una preocupación mundial, es claro que el Banco de la República deberá hacer uso de su instrumental de tasas de interés para que las expectativas vuelvan a situarse en el rango meta de largo plazo (2%-4%). En este caso, la discusión es más bien sobre el ritmo de las alzas que tendrá que hacer la autoridad monetaria en este primer semestre, que ya inició el año subiendo su tasa de referencia en 100 puntos básicos.
En cuanto a los déficits gemelos, aunque se proyectan reducciones leves a lo largo del año, en el corto plazo siguen faltando mayores recursos tributarios para que el Estado provea bienes públicos esenciales al tiempo que hace un ajuste necesario y, en el largo plazo, es vital avanzar en diversificación exportadora.
Por esto, en la agenda de futuro deben confluir temas coyunturales, que ya mencioné en un escrito anterior, como lograr un mayor y sostenido crecimiento económico, generar empleo formal e incrementar los recursos fiscales, con una agenda de largo plazo que debe lograr un objetivo principal, hacer de Colombia un país más productivo en términos sectoriales y competitivo a nivel global.
Para alcanzar dicho objetivo aparecen diversas tareas que han salido de numerosos estudios técnicos. Entre ellas, quisiera resaltar tres. En primer lugar, profundizar en la reducción del denominado “costo país” que implica, por ejemplo, reducir los sobrecostos de transporte, logísticos y laborales. Si bien hay avances en este frente, acelerar la reducción es clave para nivelar la cancha en la que juegan las empresas nacionales.
En segundo lugar, aparece la necesidad de apoyar estrategias de diversificación de las exportaciones no tradicionales, siguiendo ejemplos como el chileno y el peruano que han logrado expandir la canasta exportadora agropecuaria e industrial. Para ello, es imperativo desarrollar estrategias sectoriales regionales apalancadas en las regalías que reciben los territorios y articuladas desde un ente como Planeación Nacional.
Finalmente, también es muy importante trabajar en el mejoramiento de la calidad y pertinencia educativa, como formador de capital humano local. El país tiene mucho por mejorar en materia de calidad desde la pequeña infancia, pasando por la primaria y secundaria, y además debe incentivar la educación superior técnica y vocacional, para lograr llenar una demanda empresarial que hoy no es correctamente suplida.
Avanzar en estas tareas permitiría elevar nuestra productividad multifactorial que no crece significativamente hace más de una década, lo que redundaría en crecimiento económico y bienestar, y aprovechar la competencia global para hacernos más eficientes, con beneficios en costos para el consumidor.
Pero claro, no son tareas fáciles y dependen de la voluntad y gestión pública y privada de varias décadas. Pero tienen una gran ventaja: nos permitirían avanzar hacia el desarrollo, construyendo sobre todo lo que hemos avanzado como país y evitando atajos que solo destruirían lo ganado con espejismos cortoplacistas.