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La estética de las palabras y de los gestos precede a la ética de los actos.
Ciertamente la expresión proferida por Gustavo Petro para referirse a los alcaldes de Colombia como “alcalduchos”, son gesto y palabra antiestéticos, que reflejan desdén e irrespeto mayúsculos, agravios antiéticos exhalados por el servidor público suprema autoridad administrativa.
La expresión confirma la líbido centralista del actual gobierno nacional que quiere, con actos continuados, socavar morbosa y sistemáticamente el principio consagrado en el ordenamiento constitucional y legal de Colombia, necesario para garantizar la sostenibilidad democrática del país, que es el de la autonomía de las entidades territoriales.
Afortunadamente los alcaldes, así como varios gobernadores, no se arredran ante esos improperios que les profieren Petro y varios de sus colaboradores, manteniendo una actitud firme como guardianes de la autonomía territorial, que debe ser perseverante y articulada, así como apoyada, sistematizada y amplificada por organizaciones que asocian a municipios y departamentos, tales como Asocapitales, Asointermedias, Fedemunicipos y Federación Nacional de Departamentos; entidades llamadas misionalmente a concurrir de manera solidaria con sus asociados y ser igualmente guardianes de la autonomía territorial y promotores del desarrollo de competencias institucionales para el ejercicio responsable de la misma.
Vienen grandes retos para las entidades territoriales en el inmediato futuro en temas estratégicos como por ejemplo, uno entre varios, la discusión del proyecto de competencias que desarrolla el acto legislativo que reforma el sistema general de participaciones; esa concertación, si se quiere hacer de manera edificante, no la puede hacer el gobierno nacional con actitud despectiva frente a municipios y departamentos y sus autoridades de elección popular, legítimos interlocutores para esas discusiones, que no pueden ser injuriados cuando emerjan naturales divergencias.
La dignidad obliga. No les luce a un Presidente y a unos ministros referirse en términos peyorativos a representantes de la voluntad popular en las entidades territoriales, como alcaldes y gobernadores, como tampoco les luce referirse con insultos y desafíos a los congresistas que ejercen, también institucionalmente, sus funciones de oposición.
No olvidar al rabino Hillel y su regla de oro: “lo que te resulta odioso no se lo hagas a tu prójimo” que, en lenguaje vernáculo, significa: respete para que le respeten.