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Más y mejor democracia exige tener al bien común como horizonte; la dignidad de la persona como principio; la autonomía, la subsidiariedad, la sostenibilidad y la digna diversidad como criterios; el Estado, el mercado y los emprendimientos comunitarios como medios, la solidaridad como ética y la vida como estética.
Para lograr avanzar en la visión anterior, es clave no reducir lo público a lo estatal ni reducir lo estatal a meras adiposidades burocráticas .
También es clave no reducir lo privado al mercado ni al mercado reducirlo a un escenario para la caza legal o ilegal de rentas por parte de negociantes, que no de empresarios, capaces de poner precio a todo y no reconocerle valor a nada.
Igualmente, es clave no reducir los emprendimientos comunitarios a que sean organizaciones voluntaristas con estructuras y formas de proceder informales.
Son ejemplos de bienes comunes: salud, educación, saneamiento básico, conectividad física ( vial, férrea, fluvial, aérea) y digital, electrificación, cultura, recreación y deporte, seguridad y justicia, gestión y prevención del riesgo, sostenibilidad ambiental y alimentaria.
Para que todos estos bienes comunes puedan llegar con cobertura y calidad a todo el territorio nacional, incluida la Colombia profunda, esa donde aplican las complejidades condicionantes de estar ubicadas en las últimas millas, se requiere que el país logre un marco jurídico orgánico y una cultura de emprendimientos que viabilice y motive las alianzas público-privada-comunitarias.
No es viable construir estas alianzas si prosperan tres tipos de narrativas perniciosas a saber:
1) Narrativa mercadofóbica que estigmatiza a los empresarios privados, pequeños, medianos y grandes; narrativa propia de los discursos progresistas estadocéntricos.
2) Narrativa estadofóbica que estigmatiza la gestión y el emprendimiento público; narrativa propia de los discursos neolibertarios mercadocéntricos.
3) Narrativa que, por la vía del desprecio o la romantización paternalista, no empoderan ni cualifican las competencias empresariales de diversas formas de emprendimiento comunitario (cooperativas, mutuales, fundaciones, asociaciones, juntas de acción comunal, voluntariados).
Las alianzas público-privada-comunitarias requieren de más y mejores empresas y empresarios privados, públicos y comunitarios, más y mejores trabajos y trabajadores privados, públicos y comunitarios. En estas alianzas nada aportan lógicas que radicalizan las relaciones entre el trabajo y la empresa, entre lo privado y lo público, entre lo institucional y lo comunitario.
Igualmente, estas alianzas demandan nuevas prácticas de comunicación social y organizacional para el desarrollo, aptas para una comprensión integral de lo que representan los retos de sostenibilidad económica, social, ambiental, digital, energética y alimentaria que tiene el país.
Las alianzas público-privada-comunitarias rompen moldes rígidos de izquierdas estadocéntricas, de derechas mercadocéntricas y de voluntarismos comunitaristas; todos esos actores están llamados por igual a una acción concurrente, socialmente competente.
Estas alianzas demandan creatividad política, jurídica, económica y cultural para convertirse en un trípode virtuoso y sostenible.