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Por estos días, en la compleja, tensa y tóxica matriz de comunicación social y política del país, algunos sectores con capacidad de influenciar y direccionar racionalidades, e irracionalidades, de la opinión pública, se muestran empeñados en introducir nuevos dilemas en el marco de la conversación nacional tales como: políticos vs técnicos, empresa vs trabajador;.
Falsos, inocuos, inicuos y peligrosos dilemas en los que Colombia debe hacer todo lo posible para evitar caer en ellos.
Más y mejor democracia exige más y mejores empresarios, más y mejores trabajadores, más y mejores políticos, más y mejores técnicos.
Ante la sobredosis de negociantes cazadores, legales o ilegales, de rentas privadas públicas, privadas y sociales, responsables de fenómenos de improductividad, violencia y corrupción, Colombia necesita acopiar y potenciar un activo en recursos humanos, es decir personas, con talante empresarial, sentido del trabajo productivo e innovador, criterio y visión política y con diversas competencias técnicas.
Personas socialmente competentes, capaces de aportar a la sostenibilidad económica, social, ambiental, digital, energética, cultural y alimentaria, ora desde el sector privado, ora desde el sector público, ora desde el sector comunitario.
Personas con capacidad de interpretar éticamente las necesidades de amplios sectores populares de la sociedad colombiana y de proponer caminos de solución, sin caer en veleidades de populismos simplistas y estridentes que, a falta de entender la complejidad de la democracia, sí la saben complicar con diagnósticos ligeros y reduccionistas, con soluciones mágicas y mesiánicas.
Necesitamos personas sin complejos de Adán y sin vocaciones de profetas compulsivos de catástrofes y apocalipsis.
Personas capaces de generar ideas para abocar temas y retos de diversa índole que, sin perjuicio de hacer uso de un natural margen de subjetividad que todo sujeto tiene, no confundan un debate edificante de las ideas con corralejas estériles entre ideologías.
Personas con capacidad de acción orgánica, sistemática, verificable y perfectible, que no confundan gestión con activismo, autoridad legítima con poder arbitrario y obediencia inteligente con servilismo acrítico.
Personas con competencias técnicas y conocimientos, capaces del diálogo edificante de saberes, que sepan que una decisión de orden técnico tiene implicaciones y responsabilidades sociales y políticas y no asuman el conocimiento técnico como un supremacismo inapelable e inobjetable.
Bienvenidos los politécnicos emprendedores, laboriosos, innovadores, productivos que tengan el bien común por horizonte, capaces de dignificar a las personas y a las comunidades, listos a solidarizarse, agentes promotores de gestión pública, privada y comunitaria socialmente competente, promotores de autonomía y sostenibilidad, comprometidos con la vida, irreductibles y verticales defensores de los caminos democráticos.