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En declaraciones de Olmedo López y Sneyder Pinilla, ambos buscando principio de oportunidad ante justicia colombiana, en el marco de los indignantes escándalos de la Ungrd, los tristemente célebres personajes coinciden en calificar como “política de Estado” toda la trama de sobornos, movimientos millonarios de dinero en efectivo, maletas que van y vienen en medio de altos funcionarios del poder ejecutivo y legislativo, de clanes regionales y locales.
Hasta la fecha yo no vislumbraba políticas de Estado en dos años largos de poder del Pacto Histórico, hasta que López y Pinilla hicieran el “fiat lux” y me permitieran constatar que Petro y su gente, sí agencian una “política de Estado”, diferencial, coherente y consistente que responde a un solo nombre y única consigna: corrupción.
Esta melancólica y amarga epifanía también me permitió reconocer la existencia de otras “políticas de Estado”, igualmente coherentes, diferenciales y consistentes, con las que Petro, en el poder, busca hacer el mentado “cambio” que procedo a enumerar:
1) Desmonte sistemático de las Ffaa. He afirmado que en Colombia, a cambio de ministro de Defensa, tenemos un gerente liquidador de las Ffaa que hoy también funge como sepulturero de soldados y policías .
2) Uso de fórmulas de corporativismo de Estado, rasgo característico de regímenes socialistas y fascistas, para erosionar autonomía propia de organizaciones de sociedad civil.
El 1 de mayo demostró el grado de cooptación del que han sido objeto amplios sectores del sindicalismo (enhorabuena algunos conservan consciencia de la importancia de su autonomía para garantizar la democracia), cuando se vieron más banderas del M -19 y del Pacto Histórico que pendones de centrales obreras, en un día mundial del trabajo que en Colombia devino en jornada de adulación al sobreviniente mesías y caudillo.
3) En pos de más corporativismo de Estado, Petro lanza bombas de fragmentación civil para romper cohesión interna de gremios en Colombia. Es lo que hace contra institucionalidad cafetera, aupando paralelismos y rompiendo históricas alianzas público privadas. Sueña con un gremio claudicante y una comunidad cafetera confundida.
4) Ahora enfila baterías para socavar autonomía de la universidad pública colombiana, dando carácter vinculante a una consulta interna de estamentos estudiantiles y académicos para postular (postular, no elegir) candidato a la rectoría de la Universidad Nacional, desconociendo facultades y competencias que para esos efectos tiene el Consejo Superior de la Universidad.
Otra “política de Estado” petrista es su libido imperandi de, vía decreto y resoluciones, subvertir ordenamiento legal colombiano.
Con decreto buscó socavar autonomía de comisión reguladora de energía y gas; decreto suspendido, enhorabuena, por el Consejo de Estado.
Con decreto quiere centralizar la inteligencia del Estado en el DNI, contraviniendo legislación de carácter estatutario en esa materia; se trata acaso de un barco cargado que nos visita de Cuba?
Con resoluciones de intervención allanan caminos a expropiaciones y atienden apetitos burocráticos de sus huestes.
Habemus dictador, eso sí, con sus propias “políticas de Estado”.